La verdad siempre termina derrotando la mentira. Por eso, el factor tiempo representa el aliento por excelencia de los que creemos en la factibilidad de acorralar la red de distorsiones y sus promotores que, casi siempre, alentados por el resentimiento e incapacidad en asimilar el avance y desarrollo de los otros, pretenden sobrevivir subestimando la inteligencia y sentido común.
Y ahora, que se derrumban categorías socialmente respetables, amparadas en la presunción de una acumulación decente, pero conectadas al mundillo de baja estofa, e injustamente etiquetado con carácter de exclusividad en las franjas desfavorecidas de la pirámide social, conocemos que los llamados “de primera” tienen años bailando la fiesta de patrimonios ilícitos.
Ya pasó el tiempo de impugnaciones en el marginal de la esquina que, como acto incriminatorio, hace del barrio su fuente productiva y exhibe con estridencia los códigos de lujos en capacidad de retratar sus falencias históricas. Sus excedentes retratan el drama de una niñez con grandes ausencias materiales, creyendo posible restaurar en lo inmediato un pasado de limitaciones que no se compensan en el océano de dinero que pasa por sus bolsillos y se concretizan en la adquisición de bienes ostentosos.
Todo cambia, y las nuevas generaciones desdeñan los estilos del proceso de acumulación original y nadan con bastantes destrezas en el mundo financiero, guardando con fina habilidad los rastros identificables por una oficialidad comprometida y el auxilio de los órganos de investigación trasnacional.
Sus orificios existenciales encontraron el camino asfaltado de la política. Además, las cúpulas de las organizaciones necesitaron de fuentes inagotables que pasaron de la colaboración escondida al exceso de aspirar abiertamente porque la obtención del puesto legislativo y/o municipal cubriría aquellos años oscuros de enriquecimiento permeado por el tráfico de sustancias prohibidas, la conexión con el poder militar y el silencio cómplice. Muchos lo sabían y la inobservancia estimuló cobijarse en la sombra de las fuerzas electorales de mayor posibilidad, y entregaron recursos convencidos de la factibilidad de borrar el pasado.
Cuando la intención electoral con afanes de descalificación apareció en el combate político, se dañó el interés de que todos se unificaran alrededor de una jornada en capacidad de ahorrar los dolores de cabeza de la partidocracia. Por eso, no responden con energía, y dando el silencio como respuesta, intentan abrir las compuertas de un olvido que podría empeorar el fenómeno.
Las nuevas generaciones desdeñan los estilos del proceso
Ya pasó el tiempo de impugnaciones en el marginal de la esquina
Pretenden sobrevivir subestimando la inteligencia