¿Por qué nos hemos vuelto tan violentos? La pregunta comienza a dar vueltas en mi cabeza cada vez que mi sensibilidad es sacudida por esas explosiones de violencia gratuita, innecesaria y fuera de toda proporción a las que, dolorosamente, nos estamos acostumbrando, a tal punto que ya es normal, algo que no sorprende a nadie por la frecuencia conque se repite, que una simple rozadura entre dos vehículos sea motivo de que alguien mate a otro o que ese otro lo mate a él.
Volvió a ocurrir hace unos días en la autopista Ramón Cáceres, en el municipio de Moca, y en esta ocasión, según narran testigos del hecho, ni siquiera se produjo la acalorada discusión, salpicada de insultos, que suele preceder esas tragedias; un hombre que se trasladaba en uno de los vehículos (no era quien manejaba) se desmontó tranquilamente, sacó un arma de fuego y con la misma parsimonia y sin decir palabra le disparó en la cabeza al conductor del otro vehículo, volvió a montarse en su carro y se marchó como si nada hubiera pasado.
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El episodio, por supuesto, horroriza, pero mas que nada, como señalé mas arriba, porque hechos como ese pasan a cada rato, lo que quiere decir que por ahí anda mucha gente armada exhibiendo ese tipo de comportamiento, ese desprecio absoluto por la vida de los otros y sus implicaciones.
¿Por qué alguien hace una cosa así?, me pregunto, pero perfectamente consciente de que no sé la respuesta, de que está más allá de mi alcance y comprensión, y por supuesto también de toda lógica. Y eso es lo que verdaderamente asusta, que se trata de una violencia irracional, ciega y destructiva, de la cual no tenemos como defendernos porque es parte de la vida que estamos viviendo.
Esa que cualquiera puede arrebatarnos porque ese día se levantó con el pie izquierdo, y sin pedirlo ni desearlo nos toque ser la víctima aleatoria de esa violencia para la que no parece haber ninguna respuesta efectiva más allá de un sálvese quien pueda.