Tino

Tino

El presidente electo, Leonel Fernández, tiene ante sí una excelente oportunidad y una grave responsabilidad. A partir del 16 de agosto le tocará administrar -por segunda vez en ocho años- un Estado que en las presentes circunstancias recibe maltrecho y desorganizado, con la economía en quiebra y con una autoridad disminuida por las acciones del propio Gobierno.

Para un político de su formación, por demás joven, de sagacidad demostrada en un anterior ejercicio de la Presidencia, la oportunidad de servirle de nuevo al país, organizarle y hacer que su economía recobre los bríos que caracterizaron su crecimiento en su anterior mandato, debe constituir un elemento de seducción irresistible. Pero, al mismo tiempo, la deplorable situación general del país desafía la capacidad de ese mismo político para diseñar y aplicar con éxito los correctivos necesarios para enderezar cuanto esté torcido. Al margen de la aparente desventaja que supone la actual correlación de fuerzas en los poderes del Estado, básicamente por la mayoría abrumadora que tiene en el Congreso y los municipios la fuerza política desalojada del poder, y que es muy ducha en hacer oposición, dependerá mucho del tino del Poder Ejecutivo que logren surtir efectos positivos las iniciativas destinadas a mejorar la situación nacional. Ha de predominar, entonces, una decisiva influencia de hombres y voluntades para acometer exitosamente la misión que competerá a los inquilinos que se instalarán en el Palacio Nacional desde el 16 del mes próximo.

-II-

Una vez consumado su triunfo electoral, el presidente electo ha encaminado sus pasos a diseñar estrategias, a planificar el ejercicio del poder y a preparar los que, a su juicio, serán los remedios para este paciente comatoso que es el país.

Esta tarea entraña, necesariamente, la selección de equipos de trabajo, de hombres y mujeres cuyas capacidades serán puestas al servicio de la nación. A nuestro juicio, la selección del equipo humano entraña una importancia de primer orden, delicadeza plena y tino firme.

A juzgar por la forma en que se ha estado manejando el presidente electo, ausente del bullicio y dejando claro que no ha asumido compromisos con sectores en particular, debemos entender que ha de querer cuidarse de pagar con puestos públicos el trabajo político o la contribución de campaña que propició su contundente triunfo electoral. Si esta es la actitud, está trillando el camino correcto porque, desgraciadamente, el clientelismo ha sido el peor de los obstáculos para un ejercicio del poder provechoso para el país. En nuestro medio, por regla más que por excepción, el clientelismo ha sido una rémora pesada y nefasta.

Con el mayor respeto para la soberanía que tiene el presidente electo para conformar su equipo de Gobierno, queremos augurarle la mejor de las selecciones, y que lleve a los cargos públicos a la gente más idónea en términos de capacidad técnica y honestidad, de vocación de sacrificio y compromiso con el porvenir de nuestro pueblo.

El presidente electo tiene ante sí grandes desafíos y la oportunidad invaluable de desterrar toda especie de clientelismo, para que pueda sacar el país del abismo con el espaldarazo de nuestras mejores capacidades.

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