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La historia de la tolerancia suele empezar por la acogida de grupos de extranjeros minoritarios, que suelen reproducirse y aumentar de manera progresiva hasta llegar a ser causas frecuentes de conflictos étnico-sociales. El aumento masivo de pobladores de origen haitiano en una zona de Bávaro hizo que los dominicanos residentes en esa zona tuvieran la visión de llamarle Kosovo a dicha zona, como pronosticando ocurrencias indeseables.
Para entender las premoniciones implícitas en el nombre dado a dicha zona barrial, debemos remontarnos a los tiempos de la desaparecida República Federativa de Yugoslavia. Este extinto país estaba organizado en seis repúblicas, entre las que estaban Eslovenia, Croacia, Bosnia, Serbia y Kosovo que por años fue parte de Serbia. Dentro de Serbia, Kosovo era considerado como la madre patria de los serbios, aunque en los últimos siglos más de tres cuartas partes de la población pasó a ser albanesa y los serbios pasaron a ser minoría. (Google).
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Durante este conflicto, ocurrido a finales del siglo pasado, decenas de miles de personas fallecieron, millones fueron desplazadas y se cometieron “limpiezas étnicas”; hasta que Yugoslavia se desintegró definitivamente.
Benito de la Cruz Peña, en un interesante trabajo sobre el tema haitiano, sostiene que Haití es una especie de Kosovo del Caribe. (Google). Nos recuerda que en Bávaro tenemos áreas repletas de haitianos, que ya han sustituidos a los dominicanos en los trabajos de la construcción, agricultura, vigilancias privadas en torres y condominios, trabajos domésticos, trabajos informales en las calles como ventas de frutas, entre otros”.? Y se pregunta, ¿Qué va a pasar cuando ellos sean mayoría?
Pero la humanidad está expuesta a algo de mayor gravedad, y que ha tenido muy poca atención y entendimiento: Se trata de organismos internacionales que paulatinamente han sido capturados por extrañas ideologías, acaso ideas avanzadas o liberalmente extremas, con el concurso de individuos que no cabían cómodamente en sus sociedades de origen, y que, actuando en la invisibilidad de sus apariencias comunes, han alcanzado posiciones de mando y decisión en esos organismos; promoviendo proyectos de vocación genocida, para brutalmente refrenar el crecimiento de la población mundial; que luego del aparente fracaso de métodos más tradicionales y decentes, han propuesto la castración de la humanidad o, visto de otro modo, la dislocación de la identidad sexual.
Una idea tan genial como perversa, pues no se trata, como hacen los chinos, de utilizar estímulos y normatividades para controlar la natalidad; sino de fórmulas que pervierten y distorsionan la naturaleza misma de los humanos.
Aunque debemos respetar la homosexualidad, debe existir, en cada Estado y sociedad, políticas de respeto, convivencia y conducción de esta. Lo que estamos presenciando, en cambio, es la debacle de los fundamentos mismos de “lo humano”. ¿Tras lo cual cabe preguntarse, hasta donde puede llevarnos esta degeneración? ¿Qué nos traerán estas conductas autodestructivas? Y si acaso no es posible que alguna vez nos propongan el canibalismo como forma de resolver problemas de alimentación con despojos humanos.