Cuando en septiembre de 1996 David Ortiz fue cambiado por los Marineros de Seattle, el equipo que lo firmó como profesional, a los Mellizos de Minnesota, en vez de preocuparse o sentirse mal, el toletero de Haina lo vio como un reto.
Él sabía que en un equipo menos vistoso como los Mellizos podía tener la oportunidad de llegar más rápido a la Gran Carpa.
Él tenía apenas 20 años y jugaría su temporada de 21 para una nueva organización que querría ver lo que había conseguido por Dave Hollins, un pelotero de Grandes Ligas, a cambio de un muchacho de clase A.
“El mánager de Minnesota era Tom Kelly, un hombre respetado en las Ciudades Gemelas y en todo el béisbol. No me tomó mucho tiempo darme cuenta que era el tipo de persona que te podía hacer la vida miserable si no le caías bien. Tampoco me tomó mucho tiempo darme cuenta que yo no le caía bien. Para nada. Esto iba a requerir de un talento especial para resolver problemas. Sería mi reto más grande como profesional hasta la fecha”, recuerda Ortiz en el libro “Big Papi: My Story”.
Ortiz explicó cómo el capataz, cuando ya llegó a las mayores por media temporada en 1998, lo trataba como si no fuera nada.
“No me gustaba jugar de la forma en que él quería que yo jugara.
A él le encantaban los bateadores que regaban las pelotas por todas partes y principalmente por el suelo.
“Yo soy grande, un bateador de poder zurdo que debe remolcar carreras, ese era mi estilo”, agregó.
Ortiz cuenta que la temporada comenzó bien, al conseguir cuatro jonrones y 20 remolcadas el primer mes de la temporada, pero se lastimó la muñeca en mayo y la lesión afectó su temporada, terminando con nueve vuelacercas.
“Eso afectó aún más mi relación con Kelly. No pude creer lo que pasó en la siguiente primavera… Los Mellizos me enviaron a AAA. Cuando llegué de clase A a las mayores en 1997, pensé que mis días en las menores habían terminado.
Dos años más tarde, aun después de mi lesión de muñeca, todo el mundo sabía que era un bateador de 23 años que pertenecía a las mayores”.
“Todo eso fue culpa de Kelly. Pienso en su mentalidad y los juegos mentales que jugó conmigo, si no fuera tan fuerte de mente como lo soy, me hubiera destrozado”, añadió.
La salida de Minnesota luego de la temporada del 2002, cuando conectó veinte jonrones como sustituto, y la llegada a Boston, fue, sin duda, lo mejor que le pudo pasar al dominicano David Ortiz.