A un tío melómano y violinista, Rodolfo Peña, y a la insigne pianista Elila Mena que le enseñó solfeo a los ocho años, debe su afición por la música. La activa militancia en la izquierda, la promoción de conciertos, las gerencias de producción en televisión, los programas radiales, el matrimonio y los hijos no han interrumpido esa inclinación que lo ha convertido en pionero de estudios especializados y en dueño de una colección musical que sobrepasa los 350 mil temas de canciones de todos los géneros adaptados a la tecnología moderna.
Ejecuta, además, muchos de los 52 instrumentos de cuerda latinoamericanos, parte de su rico patrimonio.
Juan Tomás Miguel Ramón de la Altagracia García Peña (Tommy) es egresado del Instituto de la RCA Víctor donde se formó como técnico en sonido. Estudió etnomúsica en el Instituto Interamericano de Folklore, de Venezuela.
Su casa es acogida no solo de amantes de la música sino laboratorio para estudiantes, biblioteca musical, centro de restauración de música, de equipos y melodías adquiridos por Tommy que tiene esta actividad como deleite, ocupación personal, entretenimiento de fin de semana y de algunas noches con asiduos musicómanos.
Asegura tener “de todo” porque para él “la música es una sola, lo que cambia son los géneros”. Por eso su acopio cuenta hasta con reggaetón, aunque “no lo consume”, lo obliga el ser compilador, que lo compromete a despojarse de prejuicios.
“El que quiera cambiar los lamentables textos de algunas de las músicas urbanas lo que debe hacer es colaborar para cambiar la sociedad por una más justa donde los autores tengan viviendas apropiadas, salario decoroso, educación, porque les negamos todo y entonces queremos que su música sea una oda a los Trinitarios”.
Ellos son fruto de la marginalidad que viven y respiran, agrega.
“Hay que ser coherente, la vida es una mezcla de todo, y aquí pienso eso mismo, ese es mi discurso, no cambio la posición de viceministro por la de ciudadano, el viceministro es un cargo, una ocasión”, manifestó.
El rebelde Tommy, que nació sietemesino en Baní en 1954 y desde entonces reside en Santo Domingo porque allí no había incubadora, está entrando y saliendo del hoy Ministerio de Cultura desde 1997 cuando lo designaron en el Consejo Presidencial de Cultura para crear el anteproyecto de ley de Secretaría de Estado junto a Víctor Víctor, que se logró en el primer Gobierno de Leonel Fernández.
Fuera de la gestión de Hipólito Mejía, estuvo en un grupo de comunicación donde creó “Noticia de primera línea” y al regresar Fernández a la Presidencia de la República, José Rafael Lantigua lo llamó a dirigir el Proyecto del Museo de la Música, una larga historia en su intensa biografía. Fundada en 2006 esta entidad tiene oficinas y una biblioteca especializada en música en la cuarta planta del Teatro Nacional aunque posee dos talleres de construcción de instrumentos.
“Para nosotros el concepto museo es un territorio donde nuestra música esté viva y goce de buena salud”, reacciona y ante el asombro porque allí no se exhibe nada, dice que no puede ir a una celebración y comprar atabales porque estaría “matando” una tradición.
El de exhibición, explica, “es un concepto atrasado”. Significa que por eso están caducos “nuestros museos”.
Expresa que estas instituciones “tienen que ser un espacio para el encuentro, las discusiones, el intercambio y la reanimación de las actividades culturales, los otros son mausoleos porque, dime tú ¿qué te enseña una guitarra presa detrás de una vitrina?”.
El productor de “Buena onda” regresó a Cultura a dirigir ese proyecto museográfico y ahí le sorprendió el nombramiento de José Antonio Rodríguez, que lo designó coordinador del Viceministerio de Creatividad del que luego la presidencia lo designó viceministro.
Tommy donó su colección discográfica de pasta al Museo de la Música, “que funciona primordialmente en el Archivo General de la Nación bajo la dirección de Josean Jacobo, egresado de Berkley School of Music”.
El exmilitante de los Comandos Revolucionarios Camilo Torres (Corecato), creador con Sonia Silvestre y Víctor Víctor de Casa por la Cultura Antillana y fundador del Grupo Experimental Nueva Forma, quien perteneció, además, al Proyecto Partido Socialista y fue estudiante de sociología de la UASD, es uno de los pocos dominicanos galardonados por una producción musical. Recibió el premio “Cubadisco 2014” en el que participaron países con gran tradición musical, por las recopilaciones de grandes orquestas dominicanas de merengue; cantantes de los años 50 y criollas, tres cajas de música, cada una contentiva de cuatro discos compactos, auspiciados por el AGN.
“El mejor antídoto”.
Nació el 29 de septiembre de 1954, hijo de Tomás Arturo García Saleta y Olga Mercedes Peña. Estudió en el Colegio De La Salle hasta el octavo curso y continuó bachillerato en Estados Unidos. Está casado con Laura Sánchez, con quien procreó a Laura Simone y Tommy. Fruto de su primer matrimonio con la bailarina panameña Rhina Nicoletti, que conoció en Cuba, es su hijo José Nicolás.
En su casa, Tommy tiene ocho terabytes de música y dos platos y su hobbie es restaurar y digitar. Localiza sus composiciones por intérprete, autor, título o género.
Para el viceministro, que exhibe en su despacho a Ernesto Che Guevara, a los Beatles, a Máximo Gómez, instrumentos musicales y una singular guitarra realizada con deshechos de madera, la música es el mejor antídoto para todo tipo de ruido: político, familiar, social… “Es el refugio contra toda esa cháchara. Si no fuera por la música yo estuviera loco”.
Para sentirse acompañado escucha la barroca pero “para reflexionar prefiero la música de autor (trovadores) como Serrat, Sabina, Víctor Víctor, Sánchez Acosta, Silvio, Pablo…”.
Este funcionario que en 2000 trabajó como camarógrafo en la campaña del derrotado Danilo Medina, asegura sentirse aún “un hombre de izquierda. Creo que en la sociedad actual poder ser honesto, humilde, no creerme nada que no sea parte de un equipo y estar dispuesto a sacrificarme por el bien de los que no han tenido oportunidades es seguir siendo de izquierda”.
Autor de una novedosa teoría sobre los orígenes del merengue de salón y de una obra en torno al proceso de adaptación de un instrumento europeo a uno del Caribe, “El recurso del Tres”, lamenta que respecto a la música no se haya avanzado para tener “un Estado responsable que entienda que esta es una necesidad de la ciudadanía”. La clase política, opina, está más enfocada en elevar los niveles materiales de la gente pero no se ocupa de la sanidad mental, “en la que la música juega un papel importante”. No incluye en su agenda “el disfrute de lo bello, de la espiritualidad”.