El terremoto de 1946…
Hace 68 años, el domingo cuatro de agosto de 1946, se registró en el país uno de los mayores movimientos sísmicos que registra nuestra historia. Se produjo alrededor de la una de la tarde, causando pánico en toda la ciudadanía. En la capital se sintió muy fuerte, las personas se tiraron a las calles y llenaron los templos católicos. La escasez de una estación sismológica en el país, impidió medir de forma exacta la intensidad del fenómeno, pero de acuerdo a informaciones de centros sismológicos cercanos al nuestro territorio, como el de Puerto Rico y Miami, se estima esa intensidad en 7.5 en la escala de Richter.
Aquel domingo 4 de agosto, caluroso y húmedo, la República celebraba el 450 aniversario de la fundación de la ciudad de Santo Domingo. Las ceremonias oficiales habían concluido en la Catedral Primada, encabezadas por el arzobispo monseñor Ricardo Pittini, el gobierno dominicano representado por el Secretario de Interior J.R. Bonetti Burgos y el Presidente del Consejo Administrativo del Distrito, Wenceslao Troncoso Sánchez. El Presidente Trujillo almorzaba en la improvisada sede del ejecutivo en el casco de la Ciudad Colonial, con un grupo de periodistas norteamericanos que le visitaban y con varios funcionarios que le acompañaban.
Trujillo, alegre y conversador, hacía galas de una reiterada sonrisa. Cuando de repente se sintió un fuerte sacudión que movió lámparas y sillas, el temblor continúo por algunos segundos, los militares de servicio rodearon la figura de Trujillo que se quedó paralizado por el momento, sosteniéndose del borde de la mesa.
Las demás personas en el salón corrieron a refugiarse debajo de los portales o simplemente se retiraron apresuradamente. Trujillo escoltado por sus ayudantes militares y acompañado por el Secretario de la Presidencia, Paíno Pichardo; y el presidente del Partido Dominicano, Virgilio Álvarez Pina, se dirigió a sus oficinas desde donde se empezó a enterar de las noticias del fuerte terremoto que había azotado gran parte del país. Desde allí impartió las órdenes para auxiliar a las víctimas del desastre que había afectado principalmente la zona baja de Nagua, Dos días después, mientras se celebraba una misa de acción de gracias en el Obelisco del Malecón de la ciudad capital, se sintió otro pequeño temblor y en el silencio del sagrado oficio una voz que exclamó “está entrando el mar”. El caos que reinó allí fue tal que varias personas resultaron seriamente lesionadas. Como medidas de urgencia el Gobierno instaló campamentos sanitarios en las zonas afectadas y prohibió la exportación temporal de todo alimento de uso frecuente, para evitar la escasez. A los pocos días, llegó al país el doctor Joseph Lynch, experto sismógrafo norteamericano que recomendaría la instalación de la primera estación sismológica en la Universidad de Santo Domingo.