LOS FAUVES
Porque pintar con un criterio lógico, tradicional, equilibrado, con respeto a lo formal, con las normas del taller, primarios y secundarios con el gris, compensando la composición. Así se pinta con la razón, la lógica y el buen pensar.
Porque no pintar con rojos, prusias, esmeraldas, amarillos, todos colores primarios enfrentados unos a otros, coloquio de agresiones, estridencia, anarquía, lucha tenaz de quien llena la voz prima, concierto de disonantes notas que cantan o vociferan un extraño y nuevo lenguaje.
Así se pinta con la intuición, con el alma, con el más demente sentir, locura del espíritu, locura del corazón.
Así expresaban su sentir, los Fauves.
Fin
UN APARTE CON GILBERTO HERNÁNDEZ ORTEGA
La obra de arte cabal y auténtica es la pintura de Gilberto, no mentiras, es verdad cierta sin artificios, es voz viril y tierna, es franco sendero pleno de lumbre cálida, es intento de luz y sombra.
Es el simple tono de una extraña canción, canto que es alegre, triste, inquieto, pesado fardo cargado de nostalgia, viene del mismo lucero espléndido y fulgurante que iluminó el sentir de Serrat, Edith Piaf y Jacques Brel, el que iluminó, ese sentir mensajero del más puro sentimiento del buen decir.
Hernández Ortega, hoguera y crisol donde se funden el más alto sentir del arte claro como la luz, con la intención magnífica de transformar las sencillas cosas en colores y formas caprichosas y bellas.
Hombre de vida simple, austera, vida al filo de la existencia, tristeza, incertidumbre y verdad, comensales de su alma de poeta moldearon su inquietud, moldearon su vida plena de artista.
SUEÑO DE TRES
In memoriam Con nostalgia y tristeza cierta,
unas palabras de afecto a la
memoria de mis viejos amigos
Iván Tovar, Ramón Oviedo y
Eligio Pichardo.
La lucha constante y dolorosa del artista con sus armas cocientes y su arsenal del alma, morada virgen de cada día para una nueva belleza y un nuevo empeño, es así de repente compartida, y un mismo sendero de andares infinitos se puebla de seres distintos que comparten criterio, concepto y formas tomadas de la mano.
Lucha tenaz, catártica, definitiva, ética, mordaz contra la fealdad del mundo y sus defensores. Lucha mesiánica y predestinada a la conquista de lo bello y lo hermoso, lucha de la “fea” expresión con que se manifiesta el más puro dolor de los quehaceres del espíritu; expresión desgarrada de lo auténtico, de lo irreal, de la infinita concepción de como quizás sean las cosas, de cómo son las cosas y de cómo no son las cosas que a diario pretendemos comprender y reconocer.
Pintar es morir en cada instante en que se nace; locuaz, sórdida y hasta amable elucubración, careta de la viva expresión con que pretende el ángel el divorcio con su cielo.
Pintar, cruzada azarosa y sutil, viaje mensajero de gaviota con las alas batidas por todos los vientos de todos los océanos, Sueño deTres, canción trémula de voces primas, duetos y unísonas; aventura de Quijote con paletas y colores, sin molinos y sin Sancho.
Todos Quijotes con el sueño en la memoria, así sin armaduras, con la faz frente a los siglos, así van; indiferentes a la lluvia y a la muerte, con la vida hecha trizas en sus pechos, con el más tierno quehacer como destino, así van Oviedo, Eligio e Iván; tres Quijotes en plena soledad, con todo el temor, el dolor y el amor que se conciba en el mundo.
Artesanos de una visión distinta con qué juzgar la historia; narradores de vertientes ambiguas, esquizofrénicos, telúricos, abstracción aberrada del ser y su criterio, anti formas de horrible estirpe, monstruos sagrados con su ausente ternura, linderos conflictivos donde el sueño y la vigilia se funden en un drama de vida y muerte, dinámico e inerte.
En uno, infierno inútil que no quema el espíritu, trasmutación de la materia en génesis y origen; en otro, cotidiano mulato lacerado en fragmentos que no basta a la muerte, maniquí congelado por un frío en el tiempo sin fechas, antillano sin predios con su linaje lejos a infinita distancia; en aquel, las mil fornicaciones de un submundo erótico y confuso, predios del encanto y la locura, manos vegetales, sublimado éxtasis donde la inútil presencia de la inercia confunde y te exaspera, tranquilo rincón de un desconocido universo.
Ramón; pasajero de los 4 puntos cardinales, vivero de todas las especies de formas y conceptos, esponja preñada de las aguas claras de ricos manantiales, Picasso el maestro, en el tiempo presente, pero siempre Oviedo por sobre todas las cosas, con el arte a cuestas, renovado, lúbrico, enfermo de color y forma y del dolor del hombre.
Eligio; gris aventura de trópico exhausto, reencuentro del hombre, sin caminos, ni cielos, preso en el negro carruaje de la vida misma, esa la que le toca maldecir y mal vivir, friolento estado de la subsistencia, máquinas humanas de oscuro destino, amalgama de frustración, tedio y resignación.
Tovar; plaga angustiosa de cosas extrañas, oníricos versos de un lenguaje raro, impúdica extirpe de la libertad, enfermo habitué de su mundo erótico, sexual, vegetal, confuso. Tovar, encantado duende de un mundo de sueños.
Y así, a pesar de todo, con su clara, confusa o extraña visión de las comunes cosas, con sus diferentes ópticas de medir los valores que lastimaron su espíritu, así van compartiendo el sendero de la vida misma; Oviedo, Eligio e Iván, como tres Quijotes en plena soledad, con todo el temor, el dolor y el amor que se conciba en el mundo. Así van cobijando mágicas locuras, cobijando un Sueño de Tres.