Cuando estuve como embajador en Corea del Sur, se me acercaron a mi oficina unos coreanos preocupados; creo que eran de la Cruz Roja; tenían unos recursos, y querían enviarlos a Haití, y no sabían cómo. No tenían mucha confianza en las autoridades e instituciones haitianas. Recursos enviados anteriormente sentían que no habían sido usados conforme al propósito de ayudar a los necesitados. Y querían ver la posibilidad de que República Dominicana hiciera una triangulación entre Corea y Haití para canalizar esas ayudas.
Al observar la ayuda de las autoridades dominicanas que tocó el corazón de las autoridades de Haití, me surgió de nuevo esa interrogante que me hicieron aquellos coreanos hace ya unos años.
Y el tema retoma una mayor vigencia, cuando escucho que las autoridades dominicanas han establecido lo que han denominado “zona diplomática”, que son campamentos o centros de acopios, vigilados y controlados por las autoridades dominicanas, pero en territorio haitiano, para canalizar dichas ayudas a aquellos que en verdad las necesitan.
República Dominicana ha venido ayudando a Haití desde antes del terremoto del 2010, y desde antes del huracán Matthew. Se calcula que hay más de un millón de haitianos en territorio dominicano que reciben ingresos y educación dominicanas. Muchos usan los centros de salud en las fronteras para dar a luz. Creo que hasta al presidente haitiano ha viajado con frecuencia al hospital de Santiago para realizar sus exámenes médicos. No hay en Haití un centro médico de calidad. Eso es también colaboración.
Pero de lo que se trata aquí es que se pueda articular de manera coordinada e institucional un mecanismo de cooperación entre la ayuda internacional, la República Dominicana y Haití, que permita que las empresas dominicanas puedan suplir muchas de las necesidades que Haití necesita, no necesariamente como donación; que el gobierno dominicano pueda actuar como un garante de una gran parte de la ayuda internacional para que esas ayudas sean canalizadas con un criterio de eficiencia, transparencia y de impacto en la vida de aquellos necesitados y de las verdaderas necesidades del pueblo haitiano.
Así como fue rápida la visita del primer mandatario dominicano a Haití para ver sus necesidades, y fue rápida la reacción del gobierno dominicano al pedido haitiano, asimismo, convendría analizar y evaluar con rapidez el establecimiento de ese mecanismo diplomático de triangulación para la cooperación internacional en Haití, que sea vía República Dominicana, estableciendo no solo centros de acopios, sino también mecanismos de control y de vigilancia para lograr su efectivo impacto en el pueblo haitiano y en sus instituciones.