El triunfalismo, en las dosis apropiadas, puede ser una buena forma de motivar a sus tropas, de insuflarles confianza a las bases del PRM de cara a la Gran Batalla del 2024. Pero en dosis excesivas suele tener el efecto contrario y, con frecuencia, también catastrófico, como lo sería perder las elecciones por exceso de confianza y no poner el empeño necesario para salir a buscar los votos uno a uno y “hasta debajo de las piedras”.
Por eso debe ser muy cuidadoso al utilizar ese recurso José Ignacio Paliza, Ministro Administrativo de la Presidencia y presidente del PRM, quien ayer declaró que si las elecciones se celebraran en este momento el partido oficial vencería sin dificultad en primera vuelta, y con un porcentaje mayor, asegura el funcionario, al obtenido en el pasado torneo electoral del 2020.
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Y aunque dijo que prefiere ser cuidadoso y no adelantar cifras porque el presidente Luis Abinader les pidió a sus funcionarios dedicar sus mejores esfuerzos para acometer los cambios prometidos al pueblo y no utilizar ese tiempo para hacer campaña electoral, el triunfalismo desde el poder suele ser muy contagioso, por lo que será difícil evitar que como los virus peligrosos se propague rápidamente entre militantes y dirigentes del partido oficial.
Por eso usted ve que el mismo día que aquí en la Capital el presidente del PRM hace su proclama victoriosa, en la ciudad de Santiago su presidente municipal, Andrés Cueto, se despacha diciendo que no ve posibilidad alguna de que el presidente Abinader no gane las elecciones del 2024.
Pero el principal peligro del triunfalismo es que, al igual como ocurre con el mentiroso patológico, el que lo practica en exceso o al margen de una realidad electoral que lo sustente corre el riesgo de terminar creyéndose sus propias fantasías políticas, razón por la cual a la hora de la verdad resultará mucho más doloroso descubrir, siempre demasiado tarde, que chocan de frente con la cruda realidad.