Cuando el presidente Horacio Vásquez fue trasladado a Estados Unidos, a fines de octubre de 1929, para ser operado de un riñón, ya el general Rafael L. Trujillo conspiraba para derrocar el Gobierno del viejo caudillo. Mes y medio después, el militar jefe del Ejército fue llamado por el jefe de la legación estadounidense, Mr. Young, que le manifestó su inquietud por los informes que el diplomático había recibido de las maquinaciones que se fraguaban para sustituir el Gobierno.
A fines de diciembre del mismo año el diplomático recibió nuevas confidencias a los efectos de que Trujillo, esta vez abandonando su plan original de encabezar él la conjura, disimuló apartarse del mismo, mientras los amigos con quienes se había confabulado, entre ellos el abogado Rafael Estrella Ureña, desde Santiago, materializaban la asonada. Su respaldo al movimiento sería pasivo, en apariencia, pero con toda la fuerza vinculada al respaldo activo. Él entraría en acción en el momento preciso. El jefe de la legación volvió a conversar con Trujillo, en un lenguaje rígido y libre de retórica, y otra vez recibió el ministro Young la seguridad por parte de Trujillo de lealtad y solidaridad al Gobierno.
Ante la vertical actitud del diplomático los conspiradores programaron dar el golpe el 6 de enero de 1930, fecha en que se esperaba el regreso de Horacio, y los alzados entendían que el pueblo estaría distraído con la llegada de los tradicionales Reyes Magos. El plan consistía en que un grupo de los conspiradores, que incluía oficiales del Ejército adictos a Trujillo, secuestraría al Presidente tan pronto desembarcara del avión que había de traerlo a tierra dominicana. Consumado el secuestro, al Presidente se le impondría la renuncia por la fuerza, y obtenida la dimisión, el general Trujillo entraría en escena inmediatamente y se haría cargo de la situación.
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Desde que Horacio se reintegró a sus labores oficiales se reunió con su vicepresidente, asistente especial y médico de cabecera, el doctor José Dolores Alfonseca, y más adelante llamó a Trujillo para preguntarle por qué razón Estrella Ureña “había sido alojado en un puesto militar en el Cibao”, a lo que el militar respondió que lo había ordenado “para controlar de cerca los movimientos del abogado y político cibaeño”. Acto seguido, Trujillo llegó a ofrecer su espalda y su renuncia a Vásquez, pero el Presidente no las aceptó.
Cuando Trujillo ofrecía al gobernante su renuncia faltaban pocos días para el golpe que iba a derribar el Gobierno, pues la nueva fecha que se había fijado era el 16 de febrero, pero había sido corrida al 23 del mismo mes. Horacio, acompañado de su esposa y Alfonseca, pidió asilo en la delegación de Estados Unidos, pero los tres salieron de la embajada para volver a la mansión presidencial, porque el futuro dictador telefoneó al ministro americano para reiterarle seguridades de que el Presidente Vásquez “podía confiar en su lealtad”.
De la casa Presidencial Horacio salió hacia la Fortaleza Ozama, donde estaba el asiento de la Jefatura del Ejército, y al llegar allí Trujillo lo recibió con los honores de rigor, a lo que Vásquez, dirigiéndose a Trujillo, preguntó: –“General, deseo saber si soy el presidente de la República o su prisionero”. Cuadrándose ante el Presidente, y haciendo el tradicional saludo militar, Trujillo respondió: –“Señor Presidente, usted es mi presidente. Ordéneme”.
La noche del 23 de febrero de 1930, hace ahora 94 años, entraron a la fortaleza San Luis, de Santiago, porque los soldados que estaban allí abrieron los portones y cumpliendo órdenes dispararon hacia arriba para que el vecindario oyera los disparos y creyera que sus autores estaban repeliendo la acción vandálica.
Ya consumada la asonada militar Horacio volvió a asilarse en la legación estadounidense y al amanecer del día 26 de febrero la columna rebelde tomaba la Capital. De ahí en adelante empezaron las negociaciones para que Vásquez entregara el poder a Estrella Ureña, que había sido nombrado secretario de lo Interior. El 2 de marzo el Congreso aceptó las renuncias de Horacio y Alfonseca y en su condición de titular de Interior, Estrella Ureña pasó a ocupar la Presidencia de la República.