Trujillo fue un tirano que en nombre de la disciplina reprimió brutalmente a la población dominicana y se enriqueció a costa de los muchos; aun cuando realizó obras de infraestructura y de organización formal del Estado que beneficiaron a algunos sectores del país, en tanto que degradó moralmente a la ciudadanía.
Empero, la llamada Era de Trujillo es parte de la historia dominicana y de la Ciudad de Santo Domingo que no podemos borrar o negar, porque los que como el que ésto escribe sufrieron los embates de esa represión y sus actuaciones fueron hegemónicas durante casi 32 años, porque sus huellas físicas son parte del patrimonio de la ciudad. Decimos esto porque más de uno, con justificación por sus componentes políticos y urbanísticos, respalda que la llamada “Fortaleza Trujillo” que cubre parte del lienzo de la avenida del Puerto Francisco Caamaño Deñó, sea derribada totalmente, por la crueldad de la tiranía trujillista y para descubrir el paisaje de la zona de la “Torre del Homenaje”.
El primer argumento no se justifica porque no debe olvidarse que casi todos nuestros monumentos coloniales fueron construidos con trabajo esclavo indígena o africano; y como recordó la Primera Dama norteamericana Michelle Obama, ella se levanta todos los días en un edificio levantado por esclavos como eran sus ascendientes y no por eso repudia la Casa Blanca.
El segundo argumento, de carácter urbanístico, tiene razón en forma parcial, ya que esa mole gris ocupa un espacio muy grande a la entrada del Puerto.
Lo que parecería ser lo correcto es que se deje una parte significativa de esa pared, que recuerda también la construcción del muelle de la ciudad en terreno rescatado de las aguas; y que se elimine la otra parte, dando oportunidad para construir allí un gran parqueo de dos niveles que mucho necesita la agobiada zona colonial para poder desarrollarse, incluyendo la parte no construida de la Fortaleza Ozama, tal como se hace en otras ciudades, como Quebec en Canadá.
De esa manera se conjugarían los requerimientos del turismo y la preservación de un patrimonio, que aunque doloroso, es parte de nuestra memoria histórica que debe ser preservada para las próximas generaciones de dominicanos y de interés para quienes nos visitan.