Cuando las últimas elecciones en EUA yo andaba por esos lares. Rodeado de “liberales” americanos anglosajones, era irónico que el único “latino” anduviera racionalizando el triunfo de Trump. Al día siguiente de las elecciones, ya se habían suscitado algunos eventos de odio racial, y esa era la principal preocupación. Los agentes del orden parecían hacerse los desentendidos. Era el presagio de lo porvenir. Y no lo dudo. El problema es que todo el “análisis” se centraba en la personalidad de Trump. Un individuo sin duda clínicamente narcisista, arrogante, soberbio, despectivo, avasallante, indolente. Sin ninguna duda. Mis observaciones, sin embargo, iban en otra dirección. Para ponerlo en la misma nota, la sanidad mental de quienes votaron por Trump. Es decir, de la mitad de la población norteamericana.
¿Son también clínicamente narcisistas? Además de eso, obsesivos-compulsivos, por lo que se fueron mecánicamente tras un igual. Si no, ¿son idiotas? Esto, para continuar en el lenguaraje pseudo psiquiátrico. ¿Nunca se detuvieron a reflexionar sobre el carácter de su candidato? O decidieron su voto como se decide en todas partes: restando el menos del más de los candidatos disponibles y votando por el menos malo. En EUA, como en todos los países en que existe un sistema político de partidos, se vota por uno de los candidatos registrados. Lograr el registro, es decir, llegar a ser candidato, generalmente significa navegar por entre los meandros fétidos de la política. Quien llega a ser candidato “no es tan inocente” como dijo el mismo Trump sobre los norteamericanos todos. Sabe que para llegar tiene que articularse a intereses de todo tipo. No votamos entre los mejores candidatos. Votamos entre los candidatos del sistema.
Y Trump… ganó. Ganó con las de reglas de siempre, no con otras. No se le puede rebatir nada, excepto que él… es él. Hay “liberales” que hoy, a tres meses de las elecciones, todavía no reconocen que Trump ganó. Andan todavía en la fase de negación ante un trauma severo. Concuerdo en que es un sujeto despreciable, pero creo que eso es sólo una cara de la moneda. La otra cara es que la gente votó por él… precisamente porque es un sujeto despreciable. Sólo alguien como Trump se hubiera atrevido a decir lo que dijo (que continúa diciendo, lo que es un error político garrafal. Pero sucede que Trump… no es político). Trump es un show man. Más que eso, un provocateur, un presentador que concita toda la atención por el desparpajo con que dice las cosas, sobre todo las que otros no se atreven y las que muchos no quieren escuchar. ¿Es sólo Trump? ¿O hay un movimiento trumpista en EUA? En EUA y el mundo. Por poner algún paralelo, las atrocidades que cometieron los nazis en Alemania –con la simpatía, anuencia o indiferencia del pueblo alemán- no puede inducir a pensar que los nazis no existieron. No existieron y no existirán. Lo mismo pasa con los antitrumpistas viscerales, piensan que tachar a Trump equivale a desintegrar todo lo que lo llevó a la presidencia. Insisto, una negación post traumática.
Aquí mismo hemos tenido, no candidatos, ciudadanos electos a funciones administrativas de las procedencias menos adecuadas, y sin el más mínimo talento. Merengueros, peloteros, faranduleros, locutores, mega divas. Una de las características más perniciosas, y sin embargo inevitable, de la democracia que ya denunciaban los griegos: todo ciudadano, sin distinción, tiene el mismo derecho a ser votado. No importa talento, inteligencia o intenciones. Experiencia o confiabilidad. Usted gana la candidatura con los recursos habituales. Ya candidato, promete. La gente tiene la opción de creerle o no creerle, como tiene la opción de creerle o no creerle al candidato adversario. Y el pueblo vota. La pregunta es: ¿no es justamente el triunfo de Trump un síntoma del fracaso del sistema tradicional de partidos? Porque si hoy tenemos un fenómeno cierto e innegable es la desconfianza absoluta en todos los políticos profesionales. Como Hillary.
Como lo puse en un artículo, todos los dominicanos queremos que se arregle el país, pero que lo arregle Caamaño. Que otro coja los plomos, que otro sea el que se muera. Algo así pasa con Trump. La forma de su discurso no ha cambiado, lo que es un error político grave, ya lo dijimos. Eso sucede: a Hipólito no había manera de mantenerlo en silencio, pónganle nombre al síndrome. Y a Danilo no hay quien lo haga hablar. Si dejamos la personalidad del sujeto a un lado, entonces podríamos ir a las percepciones y expectativas de la gente. Que la gente tenga una percepción y ciertas expectativas no quiere decir de ninguna manera que sean coherentes o alcanzables. Hay gente que jura que si se arrepienten en el último minuto de una vida de pecado entrarán al paraíso. Cuestión de fe, en lo que no entra la lógica y la razón. La mayoría –todavía- blanca de la población de menor ingreso en los EUA ciertamente cree: que la inmigración, sobre todo la ilegal, le roba trabajos y que daña el sistema de seguridad social del país. Segundo, que el sistema mundial de comercio es en términos netos perjudicial para la producción y el empleo domésticos. Tercero, que EUA está pagando solo por la seguridad del mundo occidental. Cuarto, que los blancos tienen que recuperar el espacio y el poder dentro de la sociedad y la política norteamericana.
Si le quitamos las formas irrespetuosas y agresivas como pone esto –y todo- Trump, estos temas son perfectamente debatibles. Como lo es si, en el entramado actual de la política y la economía mundial, son alcanzables. Por decir lo menos, las exportaciones chinas a EUA no son de capitales chinos sino norteamericanos (el viejo principio de que el capital no tiene nacionalidad), como que los movimientos migratorias hacia EUA han sido inducidos, gestados y promovidos en distintas formas por los mismos EUA. ¿Qué se puede esperar de una población económicamente agobiada, desesperada? ¿Qué se siente en el suelo a esperar la muerte? EUA ha saqueado los recursos nacionales, ha impedido la formación de empresas competidoras, ha abusado de los términos de intercambios. Ha obligado a gastar en armamentos de su manufactura, ha sostenido gobiernos dictatoriales y asesinos. Ha promovido la injusticia social y el quiebre institucional. Y así quiere que la gente se quede tranquila esperando el milagro de la redención.
No tengo la capacidad para especular los escenarios probables. Trump está afectando intereses monumentales asociados a los demócratas “liberales” quienes, dicho sea de paso, siempre quieren hacer creer que no tienen intereses. En esto los republicanos son más francos (y menos educados). Me imagino que a un viejo zorro como él no le pasa desapercibido, y estará preparado para confrontar un poder monumental con otro poder aún más grande. Como tanto le gusta ser “el que más”, será también el más advertido. El ajedrez es complejo e interesante. Muchas de sus promesas no son alcanzables, otras no lo son en la forma en que él las formuló. Pero de que lo va a intentar…, él es un empresario. Yo lo que digo es que dejemos de darle vueltas a la personalidad de Trump y empecemos a pensar con el menor prejuicio posible en lo que quieren los que votaron por él. Y en lo que queremos nosotros. Quizás haya aquí una oportunidad de ser menos reactivos. Y más propositivos. Nosotros tampoco somos tan