San Francisco. Antes de la elección de Donald Trump, las protestas políticas eran una simple curiosidad para Laurence Berland.
Adicionalmente, podía observarlas de primera mano: en el distrito Mission de San Francisco, otrora un barrio de inmigrantes y gente radicalizada que ahora acoge cada vez más a personas como él, trabajadores exitosos del campo de la tecnología que hacen subir los alquileres y pueden ir a sus trabajos en Silicon Valley en autobuses de lujo.
Berland observaba el activismo de la gente con una mezcla de empatía y confusión y seguía de cerca las manifestaciones de Ocupemos Wall Street y las protestas contra el aburguesamiento del barrio. Ahora, sin embargo, la distancia entre él y los activistas callejeros es mucho más corta.
Recientemente, Berland y otras 100 personas de su sector, desde programadores de software como él hasta empleados de la cafetería de empresas tecnológicas, se congregaron en la calle frente a un museo céntrico para manifestarse en contra de Trump. Uno de los organizadores se le acercó y le preguntó si quería sumarse a un grupo de base, pero Berland ya se había incorporado.
En un sitio en el que se peleó contra la guerra de Vietnam y a favor de los derechos de los gay y que hace poco estuvo cuestionado por el impacto de la industria tecnológica en la desigualdad económica, ha surgido una alianza improbable entre izquierdistas anticapitalistas de la vieja guardia y elementos de la industria tecnológica que hacen a un lado sus diferencias para enfrentar a un enemigo común.
Durante años, estas dos vertientes del pensamiento liberal estadounidense no se soportaron. Hubo protestas contra los desalojos de personas que no podían pagar los nuevos alquileres y no hace mucho hubo manifestaciones ruidosas para bloquear los elegantes autobuses que transportan a los empleados de las empresas tecnológicas a las oficinas de Google en Silicon Valley, donde Berland trabajó alguna vez.
Cat Brooks, activista de Oakland del movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan), ha visto el impacto que ha tenido la industria tecnológica en mucha gente. La maestra de la escuela primaria a donde va su hija se tuvo que mudar a un barrio distante porque los alquileres están por las nubes. Brooks considera que el dinero de la gente del mundo de la tecnología debe llegar de algún modo a las comunidades locales. De todos modos, ve con buenos ojos la energía nueva en las protestas.