El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, podría tener un punto: el dólar en realidad está muy fuerte. A juzgar por el índice que utiliza la propia Reserva Federal, la moneda está alrededor de 7 por ciento más arriba de su promedio de cuatro décadas.
Un dólar fuerte no necesariamente actúa en detrimento de la economía, pero podría convertirse en un torpedo para la visión de Trump de revivir al sector manufacturero estadounidense.
Desde antes de los comentarios que hizo ayer al diario The Wall Street Journal, acerca de que el dólar estaba “matando” la capacidad de las compañías de Estados Unidos para competir, la apreciación de 22 por ciento que tuvo el dólar de mediados de 2014 a la fecha había deteriorado al déficit comercial, y los efectos no se han infiltrado todavía del todo a la economía real.
¿Qué podría hacer Trump y su administración si quieren un dólar más débil? Aquí hay cinco opciones:
Usar el discurso. Hablar es barato y le ha funcionado a Trump hasta ahora, pero, si la historia sirve de algo, los operadores dejan de escuchar a los oficiales del gobierno y a los banqueros centrales cuando perciben la ausencia de políticas concretas dirigidas a los tipos de cambio. Basta con mirar a Japón.
Cuando las políticas de Shinzo Abe (Abenomics) perdieron fuerza y los operadores comenzaron a aportar a un yen más fuerte, el ministro de finanzas Taro Aso advirtió repetidamente que el fortalecimiento de la moneda había sido desordenado y que el gobierno podría intervenir para debilitarlo. Al final, el yen subió un 22 por ciento el año pasado.
Intervención coordinada. El Departamento del Tesoro ha trabajado con los bancos centrales alrededor del mundo para controlar al dólar en las últimas tres décadas. El caso más reciente fue en 2011.
El problema de la intervención coordinada es que ha pasado de moda en los años recientes, debido en parte a que los analistas no están seguros si los esfuerzos funcionarían en un mercado tan grande como el del dólar, que ve operaciones por unos cinco billones diariamente.
Intervención unilateraL Intervenir de forma aislada va más allá de las opciones que tiene con el respaldo de sus aliados, en este caso el G-7. En un comunicado en 2013, el grupo denunció las intervenciones unilaterales y acordó no mantener tipos de cambio fijos.
Sin embargo, el documento estableció que “la excesiva volatilidad y los movimientos desordenados en las monedas pueden tener implicaciones adversas para la economía y la estabilidad financiera”.
La administración de Trump podría utilizar este enunciado a su favor en caso de una intervención.
No obstante, con la intervención unilateral se correría el riesgo de que se desate una guerra de divisas.
Si el Tesoro decide intervenir, abriría la puerta para que otros países también lo hagan bajo el mismo argumento.
Creación de un fondo soberano de riqueza. Nomura también navegaba por una opción poco usual: Crear un fondo soberano de riqueza.
Muchos países emergentes e incluso algunos desarrollados como Noruega tiene arcas que compran activos extranjeros, desde bonos gubernamentales hasta bienes raíces, y no hay razón alguna por la que Estados Unidos no pueda hacerlo.
No usar divisas. Al final, Trump podría enfocarse sólo en las políticas proteccionistas que produzcan un dólar débil como una consecuencia natural.
Él ha apelado por renegociar los tratados comerciales e imponer tarifas arancelarias a China y México, movimientos que podrían desestabilizar al dólar y derivar en tipos de cambio más favorables para los exportadores estadounidenses.