SINGAPUR. Donald Trump llegó desde la derecha, caminando por el amplio pórtico en un complejo turístico colonial en Singapur. Kim Jong Un, vestido con su habitual traje Mao, apareció por la izquierda. Se encontraron en el centro de una alfombra roja ante decenas de cámaras que registraron cada movimiento mientras el mundo miraba. Y contaba.
Trece segundos. Es lo que duró el estrechón de manos entre los mandatarios estadounidense y norcoreano al inicio de su cumbre el martes. La duración del contacto, sus expresiones faciales y su lenguaje corporal, el imponente fondo de banderas intercaladas… todo fue analizado, criticado y contemplado de inmediato en tuits y comentarios en Corea del Sur, Estados Unidos y otros lugares.
Puede que Kim hiciera el mejor resumen del aire surrealista de lo que ocurría cuando dijo que muchos de los que lo veían pensarían que era una escena de una «película de ciencia ficción».
En una estación de tren en Corea del Sur, la gente aplaudió al verlo; el presidente surcoreano mostró una amplia sonrisa. Por contra, las voces críticas dijeron que la bienvenida ofrecida por Trump a Kim en Singapur daría legitimidad a uno de los mayores infractores de derechos humanos en el mundo.
Fue un momento puntual y humano un saludo, una bienvenida, el inicio de una relación pero la reacción al apretón de manos fue tan complicada como la tensión que ha dividido a sus países durante siete décadas. Entre la conmoción, el alivio y la preocupación, el mundo vio cómo Trump y Kim que hace apenas unos meses cruzaban insultos sobre su capacidad física y mental y amenazaban con una guerra nuclear se estrechaban la mano y sonreían. Trump extendió la mano primero y Kim siguió su ejemplo mientras caminaban uno hacia el otro.
Trump agarró el brazo derecho de Kim con su mano libre y después aferró el brazo izquierdo de su homólogo cuando se volvieron para mirar a las cámaras y al mundo, ambos con expresiones momentáneamente vacías antes de volver a mirarse y sonreír.
El fondo era casi tan impresionante como la calidez del saludo: una hilera de banderas de ambos países a la entrada del complejo singapurense que acogió el encuentro. Las dos coreas han demonizado durante años la bandera de su rival. Es ilegal mostrar la enseña norcoreana en el Sur. Por su parte, la propaganda norcoreana contra Estados Unidos lleva activa desde la guerra y suele mostrar soldados atacando la bandera estadounidense con bayonetas. Sin embargo, muchos surcoreanos expresaron su fascinación con los sucesos del martes.
El diario progresista Hankook Ilbo se maravilló de que el presidente estadounidense no empleara su dominante estilo de saludo habitual. También señaló que Trump había tocado con amabilidad el hombro de Kim y pareció iniciar algo de conversación ligera. Jung Chung-rae, un exlegislador del partido progresista Minjoo, dijo que el estrechón de manos «brilló con cortesía y respeto». Imágenes en los medios mostraban al presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, con una amplia sonrisa durante una reunión del gabinete al ver el saludo en una pantalla.
Las voces críticas, sin embargo, vieron en el saludo y en el paseo previo de Kim una prueba de que Trump estaba ayudando a legitimar a Kim como su igual en el escenario mundial, a pesar de que el régimen norcoreano ha sido acusado de espantosos abusos de derechos.
Durante su paseo el lunes por el paseo marítimo en Singapur, la gente coreó el nombre de Kim y trató de hacer fotos, y el líder norcoreano posó para una selfi con funcionarios singapurenses. El año pasado, Kim era «el hombrecillo de los cohetes», según Trump, y las autoridades estadounidenses mencionaron con frecuencia su probable implicación en el asesinato de su hermano con un agente nervioso en un aeropuerto de Malasia, así como en la ejecución de su tía. Ahora, según los críticos, la imagen de Kim se vería reforzada.
Sue Mi Terry, exanalista de la CIA, dijo en MSNBC que el mandatario norcoreano busca «una aceptación internacional de Corea del Norte como potencia nuclear» y cree llegar en una posición de fuerza por los avances de su programa de misiles nucleares.
Adam Mount, analista de defensa estadounidense, expresó su indignación por la colocación de las banderas. «Deberíamos trabajar de forma diligente para transformar Corea del Norte y nuestra relación con ella», tuiteó. «Pero hasta entonces, es abominable ver una bandera que representa tanto sufrimiento y crueldad al lado de la nuestra».