Es realmente admirable, aunque también despierta suspicacias en un país donde el que no corre vuela y la política lo contamina todo, lo unidos y bien organizados que están los exempleados del Metro de Santo Domingo que fueron desvinculados por este Gobierno, que regresaron al escenario público luego del accidente del pasado sábado para reiterar su advertencia del peligro que representa para sus usuarios que fueran sustituidos por un personal entrenado a la carrera (apenas durante tres meses), y sin los conocimientos ni la experiencia necesarias para garantizar la operación de los trenes con seguridad.
En rueda de prensa celebrada en las inmediaciones del Centro Olímpico, en la que también participó su abogado, explicaron que la colisión de los dos vagones se produjo debido al relajo que dicen impera en la Oficina de Reordenamiento del Transporte (OPRET), advirtiendo que si no se toman medidas drásticas (me imagino que entre esas medidas está volverlos a contratar) las probabilidades de que vuelva a ocurrir un accidente similar, o con peores consecuencias, son muy altas.
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Y nadie quiere, evidentemente, que eso ocurra. Y los más interesados deben ser, porque esa es su responsabilidad, los directivos de la OPRET, que según las conclusiones preliminares de la investigación que realiza con el auxilio de técnicos internacionales determinó que el conductor de uno de los vagones violó los protocolos establecidos. Pero aclaró de inmediato que ese conductor labora en la institución desde el 2008, y que su hoja de servicio acumula más de 1,500 horas de conducción sin problemas.
¿Y el otro conductor, qué experiencia tiene? ¿Por qué alguien con tantas horas de conducción un buen día decide ignorar los protocolos? Me detengo ahí, pero son muchas las preguntas que ese accidente ha dejado en el aire, que ojalá no se queden ahí ya que está en juego la vida y la seguridad de los miles de personas que utilizan diariamente el Metro de Santo Domingo.