Se reconoce el agotamiento emocional como una respuesta al estrés, un mecanismo de defensa extremo que nuestra mente pone en marcha cuando no puede asimilar las situaciones que está viviendo.
Por lo cual, un contexto de estrés laboral, personal o emocional es suficiente para desencadenar una respuesta de agotamiento emocional. Y si bien comparte algunos puntos con un trastorno depresivo, como los sentimientos de falta de motivación, apatía, tristeza, desánimo, baja autoestima y profunda desvalorización; se diferencia claramente, en que sus síntomas son evidentes a nivel físico.
Y es que sin dudas, el estilo de vida de este siglo ha gestado nuevas enfermedades relacionadas con el Stress laboral y la Desocupación, una de ellas adquirió la denominación del Burn-Out (término que proviene del inglés y se traduce como “haberse quemado”), fue utilizado en 1974 por Herbert Freudenberger para referirse a conductas observadas en el personal voluntario de un centro asistencial, quienes mostraban un agotamiento progresivo, ansiedad, depresión, desmotivación hacia su trabajo y agresividad con los pacientes.
Es por esto que el agotamiento emocional se traduce en un profundo cansancio que actúa como freno para la acción, ya que vendría siendo esa luz roja en nuestras vidas que nos indica que no vamos por el camino correcto, un semáforo que nos obliga a frenar en seco y que nos permite modificar el rumbo para llegar donde deseamos.
La feroz competitividad e inseguridad que rigen en el ámbito laboral, las exigencias del medio social, los cambios trascendentales en los enfoques de la vida y las costumbres, condicionan un ritmo vertiginoso, que genera angustia, agotamiento emocional, trastornos en los ritmos de alimentación, actividad física y descanso, con dolencias físicas, psíquicas y factores de riesgo que ponen en jaque a la salud de los individuos del nuevo milenio. El sentirse usado, menoscabado o exhausto debido a las excesivas demandas de energía, fuerza o recursos personales, crea además intensas repercusiones en la persona y en su medio familiar.
Uno de los primeros síntomas de carácter leve pero que sirven de primer escalón de alarma, es la dificultad para levantarse por la mañana o el cansancio patológico, en un nivel moderado se presenta distanciamiento, irritabilidad, cinismo, fatiga, aburrimiento, progresiva pérdida del idealismo que convierten al individuo en emocionalmente exhausto con sentimientos de frustración, incompetencia, culpa y autovaloración negativa.
Para combatir el agotamiento emocional es necesario encontrar las causas que nos han llevado a tal situación. Un trabajo que no nos gusta, unas relaciones personales en las que no nos sentimos libres para comportarnos tal como somos o una gran cantidad de tensión acumulada a lo largo del tiempo pueden ser los detonantes de la situación en la que nos encontramos .
Localizar la causa y ponerle remedio es el único modo de superar un episodio de agotamiento emocional, si este es muy agudo, una buena idea es acudir a un profesional. Un psicólogo puede ayudar a manejar todas esas emociones que nos han dejado fuera de combate. Trabajarlas y hablarlas ayuda a ponerlas en el lugar que les corresponde y permite pensar con claridad y lucidez para que podamos decidir lo que de verdad queremos hacer con nuestra vida.