La ponzoña, el odio y el rencor campean a sus anchas entre los tribunales mediáticos y los medios prestados para la labor. Ellos, los ejecutores del tinglado que buscan llevarse por delante lo que entiendan pertinente; vitaminados y rebozados hasta la médula de esteroides, sacan músculo y con sus pies pisan la cabeza hasta del más “bonito”. En una acción casi ingenua, el capitán del barco permite que echen al agua a toda la tripulación, si así conviene para preservar su imagen de “yo no fui”.
En tal sentido, los ejecutores de regar la ponzoña y envenenar los cerebros del pueblo, inyectándoles en las venas esa droga llamada venganza, que tiene un efecto temporal en la gente que quiere ver sangre correr, pero que después que mira su despensa se da cuenta que en nada se benefició con la estocada mortal a los que ya estaban heridos.
De modo que, se debe tener en cuenta la diferencia entre repartir justicia y repartir venganza. En el caso de la venganza, es como un bucle que tiene un inicio pero no tiene fin, puesto que los afectados no son “Jesús” y donde les dieron procurarán dar.
Asimismo, los que filtran a los medios expedientes que ni siquiera lo ha visto un juez, los que disparan a matar a un herido con la ayuda de los francotiradores de los medios de comunicación; esos que secuestran seres humanos abusando del poder y obviando toda condición de un Estado de derecho. Esos mismos, no escatimaron en hacerle un autogol al propio gobierno que los posicionó, echando todo el lodo posible al hombre que hasta hace días se encontraba en la oficina contigua a la del presidente de la República. Digamos que la justicia es para todos y no debe haber vacas sagradas, pero hay vacas que repartieron mucha leche, para qué quien piensa que hoy gobierna este país, se dé el lujo de mirar hacia arriba; mientras los fiscales supra poderosos se llevan de encuentro a los toros, las vacas lecheras y hasta a la perra de mamá belica.
Mientras esto ocurre, el autogol está consumado y por más que echen gente al barro, ese barro también le llegó a los pies de quien gobierna. La última vez que en un país los fiscales supra poderosos se alzaron con el poder, fue en El Perú y este país no ha vuelto a levantar cabeza jamás; ni en lo político, ni en lo social y mucho menos en lo económico.
Que siga la fiesta y brindemos con licor de ponzoña y emborrachémonos de venganza, a ver que queda al final…