El deporte como manifestación socio-cultural es un fuente de disfrute, salud y bienestar que potencia la relación de amistad entre los pueblos. Pero para la preservación de estos valores se requiere que el mismo recupere varios de sus principales ejes tradicionales como el respeto a las reglas de juego, la ética y la lealtad.
Para promocionar estos fines y valores el Comité de Ministros Europeos del Deporte, reunido en Rodas durante su Séptima Conferencia en 1992, adoptó una histórica declaración de Principios titulada “Código de Ética Deportiva”, en procura de establecer nuevas pautas de conducta entre los diversos entes que intervienen en esa actividad universal.
La idea del Código se fundamentó en que el comportamiento ético es esencial tanto en la actividad como en la gestión deportiva, lo que permite encauzar la competición y la rivalidad deportiva desde unas pautas diferentes y socialmente aceptables que queden como ejemplo frente a otras formas de relación social.
Hubo consenso sobre la necesidad de crear un marco de referencia ante las presiones de la sociedad moderna, caracterizada por la impetuosa carrera hacia el estrellato. También influye la cobertura de los medios de comunicación en su dimensión profesional y del alto rendimiento.
El compromiso sobre la suscripción del Código impone una firme actuación contra el fraude, la trampa y la manipulación. Los esfuerzos también se concentran en frenar la violencia física y la corrupción a causa de los poderosos intereses comerciales que intervienen en el mundo deportivo actual.
Merece resaltarse el hecho que las recomendaciones del Código de Ética no se limitan a los países del Consejo Europeo, sino que además alientan a otras naciones, organizaciones deportivas, regionales, nacionales e internacionales a que tengan en cuenta tales principios, para garantizar el “juego limpio en el deporte”.
Entre sus recomendaciones se destaca la promoción de dichos principios entre los niños y adolescentes que serán los deportistas adultos y las figuras del mañana. Sin embargo, se dirigen a las personas adultas y a las instituciones que ejercen una influencia directa e indirecta en la práctica del mismo.
El Código de Ética del Consejo Europeo, influyó para que en otras latitudes se siguieran tales lineamientos, como por ejemplo el Consejo Iberoamericano del Deporte, organismo al que está afiliada la República Dominicana. España fue la primera nación del CID que puso en vigor un Código de Ética del Deporte.
Con respecto a nuestro país, las actuales autoridades del Ministerio de Deportes incluyen por primera vez un Código de Ética del Deporte Dominicano dentro del Plan Nacional de Desarrollo Deportivo, una iniciativa indispensable para la buena marcha del Sistema Deportivo Nacional.
En realidad el deporte doméstico requiere poner en vigencia un Código de Ética como instrumento de orientación en procura de mejorar el desenvolvimiento de deportistas y entidades cuyo comportamiento no ha sido el más adecuado.
Podríamos poner varios ejemplos de tales conductas, pero por la falta de espacio prometemos hacerlo en otra entrega.
El propósito pretende establecer un marco de referencia sobre el derecho al deporte consagrado en el artículo 65 de nuestra Constitución, y la responsabilidad de las entidades encargadas de la promoción de esa actividad.
Hay que priorizar ese objetivo en favor de la deportividad entre los jóvenes con miras hacia un futuro promisor, el cual también va dirigido a los dirigentes e instituciones que accionan en los niveles de menores y mayores.