¿Cómo le explicamos a las futuras generaciones, a los que vendrán después de nosotros, que el gobierno que inició una lucha frontal contra la corrupción, rompiendo décadas de silencio y complicidad de la clase política, su principal beneficiaria, fue el mismo que aprobó un Código Penal otorgándole fecha de caducidad de veinte años a ese flagelo? ¿Cómo hacerles entender que el partido que prometió, cuando estaba en campaña electoral y le interesaba conquistar votos, que aprobaría las tres causales, cuando tuvo la oportunidad y las posibilidades de hacerlo prefirió echar al saco del olvido su promesa aprobando un Código Penal con tufo medieval que nos llena de vergüenza ante el mundo del siglo XXI? ¿Qué razones podremos esgrimir para tratar de justificar que un Estado que se autodefine como laico exime de responsabilidad penal a las iglesias que han cobijado y protegido a pedófilos y depredadores sexuales disfrazados de curas y pastores? ¿Quién va a creer que el partido que auspició y promovió todas esas barbaridades llevaba la palabra moderno en las siglas que definen su identidad?
Puede leer: Una advertencia
Mientras el tiempo corre y nos preparamos para el juicio implacable de la historia los que vivimos en el presente tenemos en el comportamiento exhibido por los legisladores, en el teatro que han organizado con las vistas públicas para dejar todo como está y poner de mojiganga a los que allí fueron a decir con lo que estaban de acuerdo y lo que rechazaban del Código Penal, tenemos nuevas y poderosas razones para continuar desconfiando de los políticos, para temer que volvamos a ser víctimas de la facilidad con la que mienten y engañan a los que con sus votos los colocan en esa privilegiada situación. Pero no hay mal que dure cien años ni políticos que puedan vivir tanto, gracias a Dios, por lo que llegará el día, que no está tan lejano como algunos creen, en que pondremos a cada uno en el lugar que les corresponde en la historia particular de nuestras infamias.