Cual hormiguitas detrás de un caramelo, más de cincuenta mil personas abarrotaron el sábado pasado el Estado Olímpico Félix Sánchez para presenciar un épico y extraordinario concierto que dejó a todos los espectadores hinchados de emoción: Juan Luis Guerra, con “Entre mar y palmeras”, se la lució como nunca antes.
Aunque todos sabíamos que la calidad estaba garantizada, lo que sucedió aquella noche fue tan descomunal que Juan Luis se superó a sí mismo: el derrote de energía, la producción impecable, la selección tan cuidada de los temas y la perfecta compañía de los artistas invitados pusieron el listón altísimo para todo el que se presente en ese lugar en lo adelante.
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El único fallo del concierto, quizás porque el estadio no está diseñado para estas actividades, es que no se tomó en cuenta la seguridad de los asistentes: los espacios estaban tan atestados que, en caso de una emergencia, la estampida habría sido fatal para cientos o miles de personas.
Las escaleras que se levantaron para dar acceso a la zona standing VIP colapsaron, lo que provocó un gran tumulto a la hora de salir (solo quedó disponible la salida de atrás) pero, además, puso en riesgo a todos los que estaban en esa área. Por fortuna no sucedió nada que lamentar pero es una lotería que nadie debería jugar.