El 31 de octubre de 1517, cuenta la leyenda que el sacerdote y erudito Martín Lutero se acerca a la puerta de la Iglesia del Castillo en Wittenberg, Alemania, y clava en ella un trozo de papel que contiene las 95 opiniones revolucionarias que darían inicio a la Reforma protestante.
En sus tesis, Lutero condenó los excesos y la corrupción de la Iglesia Católica Romana, especialmente la práctica papal de pedir pagos llamados “indulgencias” para el perdón de los pecados.
En ese momento, un sacerdote dominico llamado Johann Tetzel, comisionado por el arzobispo de Maguncia y el papa León X, estaba en medio de una importante campaña de recaudación de fondos en Alemania para financiar la renovación de la Basílica de San Pedro en Roma.
Aunque el príncipe Federico III el Sabio había prohibido la venta de indulgencias en Wittenberg, muchos miembros de la iglesia viajaron para comprarlas. Cuando regresaron, le mostraron a Lutero los indultos que habían comprado, alegando que ya no tenían que arrepentirse de sus pecados.
La frustración de Lutero con esta práctica lo llevó a escribir las 95 tesis, que fueron rápidamente adquiridas, traducidas del latín al alemán y distribuidas ampliamente. Una copia llegó a Roma y comenzaron los esfuerzos para convencer a Lutero de que cambiara su tono. Sin embargo, se negó a guardar silencio y en 1521 el papa León X excomulgó formalmente a Lutero de la Iglesia católica.
Ese mismo año, Lutero se negó nuevamente a retractarse de sus escritos ante el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V de Alemania, quien emitió el famoso Edicto de Worms declarando a Lutero proscrito y hereje y dando permiso para que cualquiera lo matara sin consecuencias.
Protegido por el príncipe Federico, Lutero comenzó a trabajar en una traducción alemana de la Biblia, una tarea que tardó 10 años en completar.
El término «protestante» apareció por primera vez en 1529, cuando Carlos V revocó una disposición que permitía al gobernante de cada estado alemán elegir si aplicaría o no el Edicto de Worms. Varios príncipes y otros partidarios de Lutero protestaron, declarando que su lealtad a Dios prevalecía sobre su lealtad al emperador.
Sus oponentes los llamaron protestantes; poco a poco, este nombre pasó a aplicarse a todos los que creían que la Iglesia debía ser reformada, incluso a los que estaban fuera de Alemania. Cuando Lutero murió, por causas naturales, en 1546, sus creencias revolucionarias habían formado la base de la Reforma protestante, que durante los tres siglos siguientes revolucionaría la civilización occidental.