Indudablemente que el discurso pronunciado por el licenciado Danilo Medina, en su toma de posesión para un segundo mandato no parece llenar las expectativas del pueblo dominicano.
A mi parecer fue una pieza oratoria llena de promesas, emociones, planes y pronósticos idearios con visión de futuro hacia el 2020, donde predominarán más acciones sociales que productivas.
Referenciada la pasada gestión, la cual estuvo caracterizada por la entronizada cultura presidencialista y clientelar propia de países como el nuestro.
Un discurso político personalizado, intrascendente y pletórico de datos e informaciones que los dominicanos ya habíamos escuchado en su discurso anterior del año 2012.
La providencia para ser el rostro humano de los gobiernos irresolutos, que la utilizan como cubierta de las deficiencias y los males presentes que hoy sufrimos gran parte de la población.
Pero la creencia de que solo el presidente de turno tendrá la virtud de que en los próximos cuatro años habrá hazañas incomparables en bien de la sociedad, transformándola al grado que será irreconocible. El anuncio de un conjunto de obras, planes y programas idealizados en ilusiones providenciales, que en su nuevo mandato serán realizadas. Ojalá Dios nos oiga. Y haga su voluntad en la persona del Presidente.
Obvió referirse a temas como la corrupción, la haitianización, problemas del sistema de justicia; un posible aumento general de salarios ni las insólitas irregularidades del pasado proceso electoral.
Observamos que los resultados de su gestión estuvieron fundamentados en su egregia y exclusiva figura, muestra de la heredada cultura del presidencialismo desfasado.
Siempre he creído que los gobiernos ineficientes en solucionar los problemas de una nación, buscan fortalecer su presidencialismo desarrollando programas clientelistas y asistencialistas.
Políticas que solamente sirven para beneficiar futuros procesos electorales, donde se aprovecha la vulnerabilidad de la gente, el desempleo y la miseria social para cautivar y manipular con dádivas que degrada la dignidad humana.
En síntesis, el discurso presidencial lo calificamos como una pieza pletórica de deseos y sueños que distan mucho de convertirse en realidades que beneficien a la población.
Estamos seguros que vendrán días difíciles para los dominicanos; más impuestos, aumentos de precios en los productos alimenticios, altos costos en los servicios públicos e incremento de la delincuencia.
Fue un discurso de sueños en que el pueblo ha cuestionado, y donde los movimientos de funcionarios no reflejan ninguna esperanza de mejoría para la sociedad.