No hace falta ser pesimista o antihaitiano rabioso y conocido para imaginarse el peor escenario posible si en lugar de encontrarse varado en Puerto Rico, no se sabe hasta cuándo, el Primer Ministro haitiano estuviera aquí, a tiro de piedra de quienes han jurado sobre sangre derrocarle, lo que involucraría al país en un conflicto en el que no tenemos nada que buscar y en el que solo podemos perder. Es por eso que la decisión del gobierno de no permitirle al doctor Ariel Henry hacer una “escala indefinida” en suelo dominicano ha recibido el respaldo casi unánime de la opinión pública, incluidos varios legisladores de la oposición.
Es evidente que en el Palacio Nacional no quieren correr riesgos con una situación tan volátil como la que se vive de aquel lado de la frontera, donde las bandas que desgobiernan sembrando el caos y el terror han unido sus fuerzas para hacer saltar al Primer Ministro, cuyo regreso parece cada vez más incierto. En Haití nadie lo quiere, y Estados Unidos, que ahora tiene la responsabilidad de su seguridad y su destino inmediato, tampoco. ¿Nos convenía que esa situación la estuviéramos viviendo aquí, a las puertas de unas elecciones?
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La respuesta se cae de la mata, y por eso ha recibido tanto apoyo la decisión de no dejarlo aterrizar. Aún así la oposición insiste en acusar al gobierno de utilizar la crisis haitiana para sacarle provecho político, cantaleta con la que volvió a la carga ayer el Secretario General del PLD, Charlie Mariotti, quien no obstante saludó positivamente la decisión de no recibir aquí a Henry, que según el dirigente peledeísta no es amigo de la República Dominicana.
A Mariotti parece molestarle que el manejo que le ha dado el presidente Luis Abinader a la crisis haitiana suba sus números, pero también pudo ser lo contrario, porque de eso se trata gobernar. Lástima que los peledeístas, que gobernaron el país durante veinte años, lo hayan olvidado tan pronto, lo que tal vez explique lo mal que lo están haciendo desde la oposición.