Joel Santos, Ministro de la Presidencia, defendió ayer la actuación de los agentes de la Policía que participaron en el enfrentamiento en el que cayó abatido Kiko La Quema, alegando que actuaron en defensa propia, para preservar sus vidas, por lo que negó que se haya tratado de una ejecución como se ha denunciado. El funcionario dijo lamentar el hecho, pero señaló que en muchas ocasiones los acusados de cometer delitos ofrecen resistencia al ser interceptados por los agentes policiales, por lo que tienen un trágico final.

También en muchas ocasiones, y esto no lo dice el funcionario palaciego sino la realidad de hechos que han quedado registrados en videos y fotografías, esos acusados se entregan desarmados, y luego resulta que murieron en un intercambio de disparos que, evidentemente, no fue tal sino una vulgar ejecución. Es por eso que poca gente cree que Kiko la Quema haya muerto en un enfrentamiento del que, por cierto, la Policía ha ofrecido muy pocos detalles, tal vez para ahorrarse el bochorno de tener que ponerle adornos a una mentira que sabe nadie le va a creer.

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Según la contabilidad del presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Manuel María Mercedes, desde que el mayor general Ramón Antonio Guzmán Peralta fue designado Director General de la Policía 33 personas han muerto en supuestos enfrentamientos. Un buen average, y por eso mucha gente lo aplaudirá. Pero los delincuentes siguen matando, asaltando y robando, pues la Policía no tiene suficientes agentes para salir a matarlos a todos. Es por eso que puede decirse que a pesar de los aplausos, los intercambios de disparos han demostrado ser un fracaso para enfrentar la delincuencia.

También hay que decir que son una muestra de debilidad de parte de una Policía que ha emprendido el camino (en realidad han tenido que empujarla) de su reforma y modernización, pero resistiéndose a dejar a un lado una práctica bárbara, ilegal y criminal incompatible con un verdadero estado de derecho.