Lo dije alguna vez en esta columna, y vuelvo a repetirlo ahora: si es verdad que Abel Martínez, candidato presidencial del PLD en los pasados comicios, quiere ser presidente de la república, o por lo menos intentarlo de nuevo como candidato, no tiene nada que buscar donde el expresidente Leonel Fernández y la Fuerza del Pueblo, un partido político que surgió única y exclusivamente para servirle de trampolín o plataforma para que pueda volver a subir las escalinatas del Palacio Nacional. Además de que el presidente de la Fupu ya tiene un heredero natural, el senador del Distrito Nacional Omar Fernández, su hijo, un hombre joven con un prometedor futuro político por delante. Por eso habría que atribuir a la desesperación, siempre mala consejera, su posible renuncia del PLD para seguir la ruta que tantos peledeístas disgustados y desencantados han recorrido antes que el exalcalde de la ciudad de Santiago, de acuerdo a lo que publicó a principios de esta semana El Nacional.

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Según el vespertino, el excandidato presidencial está preparando sus maletas para irse, lo que habría motivado la visita que le hicieron el pasado domingo los miembros de la Comisión de Arbitraje y Unidad del partido morado, encuentro en el que habrían tratado sus quejas, que ya hizo públicas, sobre la elección del candidato presidencial para el 2028. Pero macharse del PLD sin por lo menos echar el pleito le dejaría la cancha libre a Francisco Javier García, quien parece ser el favorito del danilismo, que en el PLD es ley, batuta y constitución; también sería el peor negocio político de su vida, pues se iría a un partido donde no tiene futuro, a menos que haya renunciado a sus aspiraciones presidenciales y se resigne a medrar a la sombra de Leonel Fernández, de su hijo Omar y el estrecho y espeso anillo que dirige Radhamés Jiménez.

(Puedo estar equivocado, como casi siempre, pero no me lo imagino haciéndole la venia al rey y al príncipe heredero, para lo cual debe tener vocación de cortesano o de bufón).