El mundo vive o parasita en el ADN de cada grupo en guerras, viejos conflictos antagónicos latentes y no resueltos. Son conflictos religiosos, con características de identidad, familiar, territorial, preñados de prejuicios, odios, enojos crónicos, resentimiento y alta carga de venganza.
Por siglos, unas creencias, un Dios, una ofensa algún mesías, el desprecio a una familia y la matanza de generaciones, se ha quedado anclada en el cerebro: amígdalas, sistema límbico y corteza prefrontal, para convertirse en una huella somática, de la que nunca han de superar.
Ni los procesos, ni el aprendizaje sociocultural y político, ni la tecnología, ni la inteligencia artificial, ni la educación, ni la antropología, la sociología o el humanismo han podido desmontar las creencias, los símbolos, los prejuicios, lo místico, ni los nuevos modelamientos y valores para avanzar, crecer, madurar, en el “dejar ir, o el “dejar llegar” nuevas vivencias, para una convivencia pacífica, de tolerancia y de buenos tratos.
Hamás, el grupo terrorista logró penetrar al país más blindado y menos vulnerable, Israel, quien ha respondido de forma desproporcionada, despiadada y fuera de control, afectando a civiles, al igual que lo hizo el grupo Hamás.
Algo igual vive Rusia en una guerra contra Ucrania que la inició pensando en algo corto, intervencionista y de control inmediato, pero sin medir consecuencias, y, parece que todo se le salió de la mano; una guerra que va para largo, de coste económico, de pérdidas humanas y teniendo que asistirse de aliados que lo que prometen es apoyo moral, pero saben que no deben involucrarse, sencillamente no es su guerra.
Las dos Coreas, una deliberante, conflictiva y desafiante, la otra estable en crecimiento, pero preparada para una guerra.
En cada región de oriente hay conflictos latentes y detonante en cualquier momento. Existe una pobreza espiritual y moral que lleva a la miseria humana.
Siento que no hay salud mental en las cabezas de muchos dirigentes y grupos radicales, extremistas, de espíritu conflictivos que, apuestan a las guerras y se les importa las muertes de sus ciudadanos y del mundo. Los crímenes del psicópata Hitler, el Holocausto, las revoluciones que aplastaban culturas, símbolos e historias milenarias, no lograron detener la irracionalidad, el odio, el resentimiento contra los demás; ya sea en nombre de la fe, las creencias y de Dios.
El golpe contra golpe, la matanza y el crimen como control político, solo cabe en las cabezas de los psicópatas funcionales o patológicos que, desgraciadamente son los que llegan y toman el control político y económico en las instituciones y países paralizados por el miedo, la pobreza, oscurantismo, y el autoritarismo.
El mundo está enfermo, sin salud mental y, más vulnerable y riesgoso. Lo más lamentable es que todos perdemos, nos enfermamos y perdemos la capacidad de asombro o nos desensibilizamos, viendo en la redes y noticias, las muertes, los bombardeos, la hambruna y desesperación de millones de personas luchando por sobrevivir.
De nada ha valido los viejos acuerdos y tratados, la supervisión y los encuentros.
Asisten a la guerra en nombre de Dios, de la razón, de la paz, por el bien regional y mundial; literalmente están locos, y la salud mental más deteriorada y ausente en las futuras generaciones ¡Qué pena!