A los comunicadores que trabajan por una patria grande.
Parte III
En el artículo anterior explicamos ciertos procesos de nuestra mente y la manera de optimizarlos. Es, igualmente importante, que las nuevas generaciones organizasen su mente desde temprana edad. Con este propósito es primordial entender qué aprendizaje necesitan los niños. Asimismo, para concluir este artículo pondremos en perspectiva la grandiosa cantidad de información a la que estamos expuestos actualmente y cómo puede resultar una carga enorme e innecesaria para nuestra mente.
En las últimas décadas, la manera como recopilamos información ha experimentado cambios dramáticos. Unas cuantas teclas en un ordenador proveen infinitas informaciones sobre virtualmente cualquier tópico en el planeta. Sin embargo, el rápido acceso a toda clase de conocimientos tiene un costo, pues el sistema no es infalible. No todo lo que está en un libro o, en este caso, el Internet es la absoluta verdad. Existen sesgos que impiden el paso de nuevas informaciones que pueden tener grandes repercusiones. A veces, son los mismos científicos que rechazan trabajos innovadores que desafían los conocimientos convencionales para mantener el “status quo”.
Por esta razón, en medio de las revoluciones, los profesores tienen una nueva misión, que no incluye diseminar informaciones en bruto sino entrenar a sus estudiantes a evaluar las informaciones a la que están expuestos, discernir qué es verdad y qué no lo es e identificar sesgos. En otras palabras, los estudiantes deben pensar críticamente. De hecho, existen tres maneras de asimilar nuevas informaciones: implícitamente, explícitamente y, por medio, de un descubrimiento propio. Este último es la mejor manera de aprender nuevos conocimientos. Por ejemplo, al identificar un personaje en una novela, somos capaces de predecir sus acciones futuras y atribuirle características a su personalidad. Sin dudas, es importante que los niños relacionen los conceptos presentados de manera explícita en ideas unificadas que les permitan resolver situaciones reales.
En la actualidad, todas las generaciones son víctimas de este flujo de información dilatado y cambiante a gran velocidad. ¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí?: con la desaparición de los principales obstáculos, el costo de conectividad ha disminuido junto a nuevas maneras de analizar montañas de datos ya desarrolladas.
Por ejemplo, según cifras actualizadas a este año de la firma Goldman Sachs, el costo promedio de los sensores en los últimos diez años ha disminuido de $1.30 a $0.60, el de la banda ancha ha bajado a una cuadragésima parte y el de los procesamientos a una sexagésima parte. Los teléfonos inteligentes se han convertido en la puerta de enlace personal al Internet de “Las Cosas” que conecta dispositivos cotidianos de consumo y equipos industriales será mil millones de dispositivos dentro de cinco años en la red y el universo digital empezó a crecer desde el 2010, proyectado al 2020, en 50 veces. Además, con la cobertura Wi-Fi (internet inalámbrico), prácticamente omnipresente, la conectividad está disponible de forma gratuita o a costo muy bajo.
Debido a que el internet de “Las Cosas”, por definición, generará grandes volúmenes de datos no estructurados, la disponibilidad de análisis de “Big data” es factor clave. De ahí que también las direcciones de Protocolo de Internet que son el sistema de identificación y ubicación de todos los ordenadores de una red, también han evolucionado, pasando del IPv4 que permite unas 4,300 millones de direcciones al IPv6 que posibilita una cantidad casi ilimitada de direcciones (3.4×1038).
Enseñarle a un niño a organizar su mundo mejora sus habilidades cognitivas y su capacidad de aprendizaje. La organización es un predictor de varios resultados positivos, como longevidad, salud, y rendimiento laboral. Asimismo, neutraliza malos hábitos como la dilación. Es un hecho que los más pequeños buscan gratificación inmediata y no son capaces de predecir las consecuencias de sus inacciones, por lo tanto, son propensos a procrastinar.
El adulto de hoy, debe aprender sobre la marcha a mejorar su capacidad de asimilación, que cada paso, sea el mejor posible, con eficiencia y sin pérdida de tiempo.
Investigadores asociados:
Iván Kim
Andrea Taveras.