Me dijo un lector, que eran muy interesantes mis artículos sobre la reforma educativa policial, pero que extrañaba mis reflexiones llegadas del alma. Septiembre, el mes de mi vida, mi corazón y mis entrañas, me ofreció la oportunidad de complacer al molesto seguidor de mis Encuentros.
El 2 de septiembre de 1994 uní mi vida para siempre con Rafael Toribio. Dos adultos que se reencontraron después de haber transitado por caminos paralelos construyendo historias personales distintas. Después de reflexionar, en un abrazo y en un beso, decidimos unir nuestros caminos para entrelazar nuestras historias, a sabiendas que cada uno tenía un pasado que pesaba sobre sus espaldas. Mi corazón parió dos hijos adolescentes, que me hicieron los mejores tres regalos de mi existencias: mis nietos. Hoy, 29 años después somos una familia y me siento orgullosa de esa decisión de vida.
El 8 de septiembre de 1955 abrí mis ojos al mundo. Con orgullo escribo, grito, proclamo que cumplí 68 maravillosos años; que soy una mujer en el otoño de su vida; con bríos para seguir luchando; con ganas y fuerzas de seguir laborando en educación; con hambre insaciable del conocimiento, por eso mis dedos inquietos no se detienen y escriben, escriben y escriben… sin pausas… sin prisas… con ganas… con pasión…con alegría. Llevo en mis cuerpo el rastro de una vida que no quiero ocultar. Orgullosa me siento del cambio de mi cuerpo y mi cara; cada cambio es una medalla al mérito de haber vivido con pasión y alegría.
También un 8 de septiembre, pero de 1951 nació mi “mellizo” Ping Jan. El COVID-19 nos lo arrebató de las manos, sin poder despedirnos hace más de dos años. Ese día extrañaré nuestra competencia habitual de ver quién llamaba primero al otro para felicitarlo. Siempre ganaba porque soy madrugadora. Me decía: ¡Concho! ¡Siempre me ganas! Nuestros lazos eran particulares, la coincidencia de nuestros nacimientos nos hizo construir un puente especial de comunicación. Éramos confidentes. Sabía de sus preocupaciones, de sus deseos, sus aspiraciones, sus deseos de superación. Se nos fue cuando acababa de hacer una maestría en derecho, su segunda carrera. A veces la vida tiene comportamientos tan inexplicables como dolorosos. Su partida duele mucho todavía.
El 14 de septiembre, también del año 1955, nació mi hermana blanca, Amelia Barrera. Hemos estado juntas desde los seis años de edad, cuando ingresé al maternal, y, algo tímida, me quedé parada en la puerta de la escuela. Ella se acercó a mí y me dijo: “Chinita, ¿quieres jugar conmigo?”. De esa historia han pasado 60 años, y desde entonces, hemos compartido alegrías, penas, preocupaciones, inquietudes. Su esposo, Carlitos, mi hermano también, es Virgo como nosotras pues llegó al mundo el 18 de septiembre. Agradeceré por siempre a la vida del regalo de una hermana más, que se une a la complicidad con mis otras cuatro hermanas de sangre.
El 19 de septiembre de 2017 mi hermano-amigo Peng Sien Rafael partió a los brazos del Señor, para acompañar a nuestros padres. Fue el primero de los 9 hermanos (por siempre nueve en el cielo, en la tierra y en la eternidad) que nos dejó, tenía apenas 63 años. Con ganas de vivir, con energías para seguir luchando por un mundo mejor. Mi Pincholo (como le llamábamos familiarmente) era un soñador, que acumuló utopías, que abandonó las riquezas y las ansias de poder, para colocarse al lado de los más desfavorecidos de la vida. Por ellos entregó su vida, su energía y su pasión. Sin embargo, era un buen hermano, atento a cada uno de nosotros. Él sabe que lo extrañamos. Ahora está acompañado también de su hijo Carlos.
El 20 de septiembre de 2016 nació mi nieto Lucas. Este año cumple 7 años de sabiduría. Es el menor de mis tres nietos, de mis tres grandes amores. Soy su “Lela” por siempre; y extraño sus abrazos, sus palabras rebuscadas de adulto, su ingenio, su alegría, sus preguntas… Me dice siempre que me ama más allá del infinito. Y yo cuando lo escucho, se me desborda el alma de alegría y agradecimiento al Dios de la vida. Mi vientre estéril no me hizo regalo, pero mi corazón lo compensó con creces.
En septiembre también nacieron algunos de mis sobrinos (Gabriela, Lucía, Su Jen, Adriano y Ana Lucía) y cuñados (Julio César y Víctor Sigfrido); momentos en los que hemos celebrado sus llegadas; hemos compartido sus sueños y hemos celebrado sus éxitos.
Así es septiembre, mi mes. El mes del año donde se ha concentrado la vida, el amor, la muerte, las alegrías inmensas, de dolores profundos, de ausencias, partidas, llegadas… 30 días de emociones complejas y contradictorias, como es la vida misma; con sus colores, sabores y sinsabores. Hasta la próxima, que sigo con la reforma policial a nivel educativo.
¡Bienvenido seas septiembre! Te espero cada año con el corazón repleto de emociones. Hasta el próximo año querido mes que ha marcado mi vida por siempre.
Definición
también hay un silencio enamorado.
Existe entre las cosas. Existe entre nosotros.
En un patio con luz hipnotizada
(las dos del día) yendo hacia septiembre.
En el suspiro misericordioso
del pecho de un enfermo.
En lo que hablan en voz baja los amantes:
cuando callan
y no se oye ni pasar el viento,
silencio enamorado.
Silencio enamorado
el que dejan las horas del reloj
cuando verbera el toque entre suspiros.
Silencio enamorado el que azotan
las alas de un ave pinariega
si entre agüero y agüero de su canto agreste
penetran las aristas resinosas
de callar un perfume.
De callar… Y volver el aroma
como un dicho suertudo. Poema de Luis Cañizal De la Fuente.