Qué tienen en común el dominicano de Siglo XIX, el del XX y del XXI? ¿Qué hemos cambiado? o mejor aún ¿qué conservamos? A principio de los noventas se contextualizó la construcción de una marca país para buscar ofertar el país y su dominicanidad en playas extrajeras. Apostando a una identidad psicosocial que estableciera la diferencia del Latino americanismo, pero sin dejar de parecernos al resto; Sin ser atípico, un poco Caribe, algo de isleño, guardando el mestizaje y arriesgando el sincretismo. Pero, una identidad dominicana que nos relance con una nueva expresión político-social y socio-cultural que dejara constancia de una nueva identidad, y una nacionalidad asumida sin prejuicio, ni discriminación, pero con símbolos dominicano, cultura, idioma y creencias mágico religiosa propia del sincretismo y de la transculturación vivida desde el inicio de la Conquista.
Al dominicano del Siglo XIX lo describe la intelectualidad de diversas maneras. Para José Ramón López, el campesino dominicano es “haragán” “mentiroso” “individualista” “servil” “con tendencia a la doblez”, y a la “tristeza” producto del atraso de la sociedad. Más adelante Américo Lugo y Francisco Henríquez y Carvajal afirman que el pueblo dominicano es mestizo, se desenvuelve sin organización, y es “dado a la violencia”, “poco previsor” “orgulloso” “perezoso y pasional”. Sin embargo, Francisco Bonó, que tenía una actitud de crítica hacia la sociedad dominicana decía: el dominicano se “expresa infeliz e impotente” “con pereza en el pensar” “individualmente piensan bien, pero cuando se agrupan piensan y actúan mal” “ha sido organizado para el despotismo”. Más adelante, después de 1916 el Dr. Francisco Moscoso Puello, en Cartas a Evangelina, describe al dominicano como: “haragán” “inepto” con “complejo de inferioridad” “desconfiado” “pícaro” “agresivo y miedoso” debido a sus orígenes étnicos, por ser mulato. Estas interpretaciones eran identificadas como parte del pensamiento pesimista y conservador de la intelectualidad dominicana. La identidad y característica del dominicano más próximo al Siglo XX en el discurso de Peña Batlle; “los dominicanos dimos forma a nuestra identidad nacional luchando por seguir siendo españoles”. Pero todo esto, visto desde la sociología, la antropología y la psiquiatría social, la identidad ha ido evolucionando en el marco socio-económico y cultural, no así en el político. Aunque tenemos más derechos y más leyes, el comportamiento y mentalidad del político dominicano sigue mucho al despotismo, la corrupción, el clientelismo y la violación a las normas para justificar los hechos. ¿Cómo es el dominicano actualmente? ¿Cómo se comporta y cómo piensa? Hoy tenemos una sociedad diferente, que se corresponde en algunos extractos sociales parecida a la sociedad del siglo XXI; pero también, tenemos estilo de vida y de trabajo propio de la sociedad de siglo XIX y de antes, propio del feudalismo y del capitalismo en sus inicios. El mejor retrato es observar un vehículo moderno, en una ciudad de túneles y elevados, y un hombre arrastrando una carreta o en un caballo vendiendo carbón o frutas. La identidad psicosocial expresa en la mentalidad que seguimos siendo “agresivos” “pasionales” “orgullosos” y “dado a lo informal y a la violación de las normas”. La marca país, es más que ron, mujeres, merengue, playa y sol. La identidad para exportarla hay que asumirla desde dentro, con un nuevo perfil de una dominicanidad trabajadora, inclusiva, de derechos y distribución con equidad que ayuda a modificar a través de la educación y el progreso planificado; un ser social más feliz, menos violento, más democrático, menos corrupto, más humano y más solidario. Esa nueva identidad se acompaña de un nacionalismo sin miedo, sin prejuicio y sin elites. O cómo se definen los dominicanos en lo político y lo psicosocial actualmente.
Es una pena que en algunos aspectos continuamos con los mismos comportamientos y las mismas actitudes emocionales y mentales. Es evidente que para dar el salto a la superación de dictaduras y colonialismo hay que reinventarse una identidad del ser social a través de la educación, el empleo decente y Estado de derecho. O nos quedamos con un dominicano conservador, de baja autoestima, violento, pasional, conformista, de visión inmediata e individualista y enemigo de lo institucional y de lo correcto. El recorrido es crítico, pero la identidad del siglo XXI da de qué hablar.