Por: Iván Ernesto Gatón
El libro de Rayek Rizek, El Oso Hormiguero y El Jaguar, que leí gracias a la gentileza del señor Héctor José Rizek, y que no imaginé me daría una perspectiva que apela al sensato y diligente sentido del respeto al prójimo, como base fundamental para una existencia acorde a los más enarbolados valores de un Dios creador y magnánimo con todo lo que representa su creación, representa una oportuna colaboración ante la trágica situación que vive el mundo por la guerra en Gaza.
Desde el día 7 de octubre, en que el ataque terrorista de Hamás a Israel mostró el repugnante nivel de crueldad y violencia que la ira ciega puede expresar y que se desatara una guerra en Gaza, donde la mayoría de muertos son mujeres y niños; según fuentes del periódico El País, de España, 8 de cada 10 fallecidos en la franja de Gaza son mujeres y niños, se calculan a la fecha más de 27 mil muertos.
El dios griego de la destrucción ciega: Ares y el romano Marte hacen alarde de su presencia en este conflicto en Gaza, porque el dios de los judíos, musulmanes y cristianos, el Dios de Abraham y sus descendientes, deja el referente de la justicia, del énfasis en una relación de respeto y aprecio al prójimo.
Si existe un conflicto que va más allá de su ubicación geográfica, no necesariamente por la interdependencia de la colonización, es el israelí/palestino. En un mundo que ha sido moldeado por Occidente en los últimos 500 años sería imposible soslayar la incidencia de las religiones abrahamánicas y para estas creencias monoteístas Jerusalén es uno de sus lugares santos. De igual forma, tienen como referente común la geografía y la densidad histórica compartida desde las referencias bíblicas a los descendientes de Noé, particularmente Sem.
En una demostración inequívoca del rol que juega la geografía en el destino de los pueblos, es esta región del planeta donde Rayek Rizek nos relata su historia del oso hormiguero y el jaguar, en una zona donde nacen las tres religiones monoteístas: el judaísmo, cristianismo y el islamismo. Son las religiones herederas de aquel que salió de Ur de Caldea con una promesa celestial hacia una tierra donde manaba leche, el que en el sagrado libro de La Biblia se le conoce como Abram: padre venerado o Abraham: padre de muchos.
Es en el espacio geográfico de donde sale el patriarca Abraham que tenemos referencia de la primera gran revolución que fue la agricultura, la cual dio paso a sociedades que dejaron de ser nómadas para convertirse en sedentarias y ubicarse en el contexto del período conocido como neolítico; así como también fundar las primeras ciudades-Estado: Eridu, Nippur, Uruk y Ur.
La consabida descendencia de Abraham, con su esclava egipcia Agar, de quien tuvo a Ismael, ancestro de los árabes; y la de Sarah con su hijo Isaac, de quien proceden los judíos, nos muestra el carácter más que antagónico, lo que ha sido la especie del homo sapiens: una gran familia.
Podríamos asegurar que la alusión, no solamente bíblica, cabe perfectamente en la descripción que san Ireneo refería “de la pedagogía de Dios”, que es aquella en la cual el discurrir de la especie humana tiene como referente las virtudes que nos llevan a ser mejores personas.
La historia de la guerra marca los destinos de los seres humanos y, por sus niveles de destrucción, empuja a los hombres y mujeres a abandonar su hogares; esto fue lo que sucedió con aquellos que vivían bajo la hegemonía de lo que los europeos llamaban, a finales del XIX, el anciano enfermo de Europa, el imperio turco-otomano. Esa conciencia geográfica que tienen los imperios fue la que estimuló al británico Lloyd George y el francés Clemenceau a decidir en una mesa repartirse ese vasto territorio, bajo los acuerdos Sykes- Picot, el 16 de mayo de 1916.
El libro El oso y el jaguar, ubicado en la comunidad Wahat Assalam/Neve Shalom, no solo es una representación simbólica de una utopía en la que conviven judíos, cristianos y musulmanes; sino, más aún, es una comunidad de hombres y mujeres que han dejado atrás los prejuicios, la perspectiva egoísta y se han decidido por el respeto a la dignidad de los seres humanos.
Rayek Rizek nos implica, con sus reflexiones y su experiencia en Wahat Assalam/ Neve Shalom, en una especial atmósfera, en la que, a pesar de los avatares del destino, nos muestra que los seres humanos estamos llamados a aspirar tener cualidades dignas de un alma grande, magnánima.
Muy a pesar del nivel de aporía que ha alcanzado el conflicto israelí/palestino, existe la diferencia opcional de aquellos que han tomado como excusa a Dios, que aprovechan la guerra y la destrucción para convertirse en los beneficiarios políticos o económicos de un conflicto que es presentado como irresoluble; manipulando y ocultando las raíces de un enfrentamiento que horroriza, ofende y humilla a todo aquel que tenga respeto y aprecio por sus semejantes.
La reflexión sobre el oso hormiguero y el jaguar tiene el aporte del rabino Dr. Marc Gopin, quien nos trae la imprescindible esperanza; dejándonos saber que en este libro encontraremos el verdadero modelo de construcción de paz, de aquella paz que nace de la honestidad, que nos permite concluir que en medio de la multiforme e insondable realidad que es este universo al que llamamos vía láctea, donde fuimos colocados en un diminuto planeta conocido como Tierra, la convivencia pacífica es posible si somos diligentes en el respeto al prójimo
Desgraciadamente, desde el lúgubre 7 de octubre, asistimos, diariamente, a ver en las pantallas de los televisores y teléfonos inteligentes, la destrucción de la vida de personas inocentes, en un circulo vicioso de violencia que alimenta el odio y la venganza.
¡Basta ya! Este conflicto, donde actúan “sabios mercaderes de las guerras del Señor”, en especial el complejo militar industrial, debe ser abordado por la comunidad internacional sin una visión maniqueísta, ahondar en sus causas; porque sus efectos colaterales no solo afectan a israelíes y palestinos, sino también a todos aquellos que ven en cada ser humano un hermano o una hermana de esa humanidad a la que todos pertenecemos.
Ante la repugnante orgía de sangre y destrucción que nos aflige, solo nos queda como una oportuna expresión de indignación el verso del poeta español Miguel Hernández : “Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.