Silvestre Aybar Núñez de Cáceres no es muy conocido por las generaciones presentes porque su nombre le fue asignado a una importante calle de Naco cincuenta y cinco años después de su muerte. Pero en su tiempo fue una figura respetada, querida y prestigiosa no solo en Santo Domingo sino en Europa y en países de América donde se desempeñó como cónsul, la función por la que fue más recordado, pues le dedicó medio siglo. Al morir era decano del “Honorable Cuerpo Consular”.
Desde muy temprana edad se distinguió por su amor al aprendizaje y al trabajo. Estuvo activo casi hasta la hora de su fallecimiento, ya nonagenario.
Después de realizar sus primeros estudios en el colegio San Luis Gonzaga, que dirigía el presbítero Francisco Xavier Billini, hizo carrera profesional y en 1874, a los 21 años de edad, se graduó de licenciado en medicina y cirugía junto con un grupo de jóvenes a los que sobrevivió largo tiempo. También era, a su muerte, el decano de los médicos dominicanos.
Cuando su padre avanzó en edad, colaboró con él en la ferretería que este fundó en 1842, llegando a ser gerente, hasta su liquidación en 1918, cuando se dedicó a otras actividades.
Fue varias veces regidor del ayuntamiento de la antigua ciudad de Santo Domingo de Guzmán; subdirector del Primer Censo Nacional; miembro de la Comisión Revisora de los Ayuntamientos, que funcionó en 1920; inspector de Loterías en el gobierno de monseñor Adolfo Alejandro Nouel. Perteneció a la sociedad filantrópica “La amiga de los pobres”.
El cónsul. Por muchos años, Silvestre Aybar Núñez fue cónsul de los Estados Unidos, de Brasil, de Portugal; vicecónsul de España por cerca de 50 años, en cuya calidad le tocó desempeñar las funciones de encargado de negocios interino por más de 16 ocasiones. Al morir ostentaba la representación de Ecuador, como cónsul general y cuyo cargo sirvió durante más de 50 años, lo que le mereció el galardón de la Medalla al Mérito en el Grado de Oficial con que lo honró el gobierno de aquel país justo en el año de su muerte, 1943.
A España lo vinculó, además, el haber estado entre los fundadores de la “Sociedad Benéfica Española”, de la que fue elegido presidente por aclamación. También contribuyó notablemente a la creación de la “Casa de España”, que aún persiste. Las bases para su fundación “fueron echada en su propia oficina”. En este proyecto le acompañó el entonces representante de España en el país, Joaquín Fernández Gamboa.
En una reseña de “La Opinión” se afirma que “los méritos que él contrajo con esta asociación le valieron el título de “Miembro de Honor”, que ostentó hasta su muerte”.
En fondos del Archivo General de la Nación se conserva diversa documentación sobre Silvestre, entre la que aparecen comunicaciones, reclamaciones e informes con su firma.
La familia. Silvestre nació en Santo Domingo el 18 de junio de 1853, hijo de Andrés Aybar Rodríguez, que además de ferretero fue originalmente sastre, según consigna Carlos Larrazábal Blanco en “Familias dominicanas”. Su madre era Manuela María Núñez de Cáceres.
Casó con Antonia Santa Ana, madre de sus primeras hijas: María del Carmen, Manuela María y Altagracia Caridad.
La pareja se divorció y Silvestre contrajo segundas nupcias con Matilde Castellanos. Procrearon a Flora, Silvestre Avelino, Victoria, José Andrés, Francisco, Matilde, Salvador Ramón y Tancredo Augusto.
La muerte de Aybar Núñez de Cáceres fue muy lamentada por la sociedad capitaleña, que le apreciaba, y demostró sus afectos con la presencia de múltiples amigos, funcionarios, diplomáticos, empresarios, y el envío de numerosas coronas de flores. Los periódicos La Nación y La Opinión destacaron el deceso y el enterramiento. Atribuían a la colectividad sentimientos de profundos dolor y tristeza por “las excelentes prendas morales que le adornaban”.
“A consecuencia de quebrantos que rápidamente minaron su organismo, habiendo sido inútiles los esfuerzos de la ciencia para salvarle, rindió la jornada de su vida esta mañana, a las 5:10, en su residencia de la casa número 23, de la “Avenida Francia”, el respetable y distinguido caballero Silvestre Aybar y Núñez de Cáceres…”, consignó La Opinión el 29 de mayo de 1943.
Las honras fúnebres se oficiaron en la iglesia de San Juan Bosco y el enterramiento “en el antiguo cementerio”.
A su muerte era miembro de sociedades científicas y literarias y “dedicó gran parte de su vida al ejercicio del bien”, significó La Opinión.
Los despojos mortales fueron custodiados por una compañía del Ejército Nacional, “ya que le correspondía el grado de Capitán en su condición de Cónsul General de Ecuador”, dice.
La Opinión apuntó que Aybar Núñez “supo ganarse el afecto y la estimación de cuantos le trataron. Siempre estuvo al servicio de las causas nobles, cooperando de buen corazón. De ahí que al ocurrir su fallecimiento en la madrugada del sábado (29 de mayo de 1943), la casa mortuoria se viera llena de amigos y relacionados que acudieron entristecidos”.
Tanto La Nación como La Opinión detallaron las condecoraciones que recibió en vida de su país, de Venezuela, África, Portugal, España, el Vaticano, entre otras naciones.
Un sentido homenaje póstumo fue el soneto que le escribió el escritor Germán Soriano, publicado en primera página de La Opinión: “Esa, su voz amable; y esa, su mano amiga; esta como mazorca; aquella melodía; como si dieses panes o mieles y armonía; con su cordaje blanco, de iluminada miga.
“Era así su palabra, como dorada espiga; / su paternal regazo, su diestra compañera; / todo fruto de mieses, grano de sementera, / como si nos dijese: “Que Jesús los bendiga… / depositó en los suyos los más divinos besos, / y se fue hacia los cielos, tras el amor de Dios”.
La calle. El 5 de mayo de 1998, el Ayuntamiento del Distrito Nacional acogió la solicitud del ingeniero Tancredo Aybar “a fin de que una calle de la ciudad sea designada con el nombre de Silvestre Aybar y Núñez de Cáceres”. En la resolución no se consignan los merecimientos del personaje ni el anterior nombre de la vía de Naco con que se le rindió tributo.
La “Silvestre Aybar Núñez de Cáceres” nace en la “Tetelo Vargas” y termina en la “Orlando Martínez”.