En la mitología griega, Ulises consiguió no enloquecer amarrándose al mástil de su barco para disfrutar del canto de las sirenas y como recompensa estas le entregaron el conocimiento de todas las cosas del mundo. De igual manera entre ciencia, mitos y literatura, Luisa Angelica Sherezada Vicioso, Chiqui, nos entrega en su primera novela, Sireno, un texto que es un gran tejido de historia, ciencia, mitología, filosofía, teología y poesía, mucha poesía, toda belleza.
En esta novela escuchamos varias voces narrativas que nos describen los ambientes y relatan las historias que caracterizan a dos personajes que desde la distancia se encuentran en sus propios exilios, desterritorializados de sus mundos. El lugar del encuentro será Santo Domingo, República Dominicana, en medio de la Revolución de 1965.
Entre la domesticada fantasía de Disney, cruzando por la mirada pueril de los mitos que las mencionan y el carácter de monstruo que las leyendas nos cuentan, que en esta novela se hable de un Sireno hiperboliza el tema de las sirenas.
Esa masculinidad entra en la tradición del tema de las sirenas, en el que el sujeto descrito está dominado por el género femenino y la voz narrativa es masculina. En esta novela, se invierte el paradigma, el sujeto descrito es masculino y la voz narrativa que lo trae al imaginario del lector es femenina.
Es una mirada a un margen en la medida en que, un Sireno, a penas se toca en el imaginario colectivo de la imagen de las sirenas. Esta imagen de la sirena, en los tiempos modernos, se ha asumido con mayor frecuencia en la literatura, en la plástica, y en particular en el cine, como la “mermaid”.
Este nombre singulariza a un tipo de sirena bella con una historia triste por la dificultad que le representa ser “rara”.
Comencemos con la forma en que está escrita esta novela, ¿cómo es el orden de su discurso? Es hermosa en la medida en que logra armonizar el eclecticismo formal de la novela histórica. Por un lado, la veracidad de los datos que aporta sobre los hechos que llevaron y ocurrieron durante la Revolución de 1965 en República Dominicana, junto a los sucesos que le circundaban internacionalmente. No obstante, esa formalidad histórica se hace ecléctica al lograr transitar por el tiempo, entre analepsis y prolepsis imperceptibles, al estilo de la novela latinoamericana moderna: Cortázar, Fuentes, García Márquez …
De esa buena mezcla de formas debemos resaltar el uso de la voz en sus variantes de primera y tercera persona con una característica común, el uso de un lenguaje poético que aporta una belleza que permea a través de toda la novela, como una banda sonora a lo Chico Buarque, o Juan Luis Guerra y con imágenes plásticas a lo Sorolla, u O’keefe. Lenguaje poético que no teme tomarle prestado a las narraciones realistas las formas del habla regionales de las personas con sus giros lingüísticos de acuerdo con cada grupo social y cultural dentro de la República Dominicana y New York.
De igual manera, escuchamos a los personajes que no son hispanos parlantes en sus lenguas, inglés y portugués. De estas voces, sus sonidos y formas de decir, (caribeño Ulises dominicanizado, de Joyce), queremos destacar sus descripciones, sobre todo, las que recogen la veracidad de toda una investigación que la autora realiza y que sin restarle precisión científica, añade realidad a la sutileza de la prosa poética que utiliza : “Para mi madre recogía corales que se llamaban Abanicos de Mar y que eran según ella, parecidos a los cabellos de las Gorgonas en los mitos de Grecia …” (p. 32).
Así, como en una gran ópera, la autora coloca unos textos entre capítulos que en su conjunto resultan un texto dentro de otro texto que nos completa la historia. El sin “sentido” de estos textos, marca el ritmo de la novela y hace del lector uno activo, quien irá montando las piezas de su rompecabezas, a veces guardando piezas hasta el final, con la sospecha de que esa es la pieza que completará la imagen. De igual manera los capítulos cortos, en los que vamos conociendo los personajes nos recuerdan a Sherezada y sus Mil y una noches. En fin, Sherezada en diálogo con Sherezada.
En este ambiente, con estas voces y estos lenguajes conocemos a Bandeiras y Marina. De ambos descubrimos sus orígenes, sus árboles genealógicos. Ella dominicana, él bahiano. Se reconocen en la cultura. Comparten su acercamiento a la espiritualidad, la música y el mar. Se saben distintos, raros, desde niños. Ambos vivieron la experiencia en la infancia, de sentirse fuera de su tribu y encontrar en la mar su espacio, un refugio.
En el caso de Bandeiras este tiene un “leitmotiv” o estribillo: “Yo sé nadar, yo sé nadar”.
Con Marina conocemos un colectivo de personajes femeninos que van desde los orígenes de su madre, las amigas pertenecientes a su misma condición socio económica y educativa en Santo Domingo, las chicas hijas de la noche y la pobreza, hasta las revolucionarias, grupo voz de la conciencia y la fuerza del movimiento revolucionario.
El colectivo de personajes masculinos desde la mirada de Marina incluye a su padre, los amigos de infancia, con quienes no solo jugaba, si no que pescaba; los pretendientes no deseados, los colegas de estudio y los revolucionarios.
De parte de Bandeiras, conocemos las múltiples personalidades de su padre (tributo a Pessoa), y las mujeres de su infancia, de quienes recibió sus conocimientos del mundo espiritual.
Así entre encuentros y desencuentros Marina y Bandeiras se reconocerán, son distintos, se sienten desterritorializados, exiliados de algún lugar que no terminan de entender. Ella es mar, huele a mar y él, “sabe nadar”.
Desde esa mirada, desde el margen, el tema de las mujeres y su historia en el devenir de nuestros pueblos latinoamericanos cobra peculiar atención. No se queda ningún grupo sin delinear: sin maternalismo, con respeto a sus tiempos y circunstancias. Valorando lo conseguido, denunciando lo por eliminar. Es en la sexualidad donde se desnudan no solo los cuerpos de los protagonistas, si no sus orígenes y devenires en el tiempo. El tiempo, presente en los textos entre capítulos que parecen ser un susurro al oído del lector, para ir configurando la novela y sus misterios.
En esta novela observamos el replanteamiento del Sireno como una otredad a la que por “rara” rechazamos. La posibilidad de devenir Sireno, no es posible desde el orden del discurso científico, solo es posible desde la fantasía. Fantasía hecha arte. Al Sireno solo lo hacen humano los afectos, eso que Giles Deleuze llama etología: “…no es el estudio de las maneras de vivir del animal, es mucho más, el estudio de los afectos de los que es capaz”. El Caribe es el espacio escogido, es desde aquí desde donde se establece un nuevo mapa, el trazado por los afectos…
Como afirma Junot Díaz, de esta extraordinaria novela, Sireno, de Luisa Angélica Sherezada Vicioso, Chiqui, salimos transformados, porque nos invita a viajar a las profundidades de nuestros mares para descubrir los misterios de que estamos hechos.