Transcurrían los últimos meses del año 1989, y también los últimos meses de mi ejercicio como vicerrector administrativo de la UASD durante la gestión del rector Franklin Almeyda Rancier, cuando Lorenzo -Lenchy- Vargas antiguo presidente de la Federación de Estudiantes Dominicanos -FED- y viejo luchador universitario había gestionado ante las altas instancias de la Academia Sueca una visita mía a Estocolmo.
Allí podría yo ofrecer una conferencia sobre las luchas del pueblo dominicano por su libertad e independencia, durante largos años, tanto durante la tiranía de Trujillo, como en las sucesivas dictaduras que le siguieron, como la de Ranfis, el Triunvirato, el Gobierno de Reconstrucción Nacional títere de los militares de San Isidro (Wessin), García Godoy y la tenebrosa y sanguinaria de dictadura de los doce años de Balaguer.
Lenchy Vargas era hijo de Lorenzo Vargas “El Sombrerero”, uno de los pocos luchadores que enfrentaron a Trujillo en plena vigencia de su régimen. El Sombrerero era del comité del Movimiento Popular Dominicano (MPD) en Santiago, mientras yo era del MPD en la Capital. Él había salido al exilio junto a El Moreno, en 1970 y fue a parar a Suecia con sus hijos pequeños, entre ellos Lenchy.
Tanto El Sombrerero, como su hijo Lenchy, habían llevado a los diferentes estamentos suecos el conocimiento de la realidad dominicana, a pesar de que Balaguer en uno de sus gestos de cinismo había exiliado en Suecia al jefe de la “Banda Colorá”, Ramón Pérez Martínez (Macorís), quien se hizo ingeniero civil en aquel país.
En octubre de 1989 recibí de la Academia sueca una invitación y un pasaje de avión para visitarlos y ofrecerles algunas charlas sobre nuestro país.
La Academia Sueca o Svenska Academien fue fundada en 1786 por el rey Gustavo III de Suecia y es la encargada de designar cada año al Premio Nóbel de Literatura y al mismo tiempo anunciar los nombres de los laureados con los demás Premios Nobel.
Lenchy y su primera esposa, Elaine Niia, me sirvieron de guía y de valiosos intérpretes y fue así como pude participar en varias visitas, conversaciones y charlas interesantes.
Una de las visitas más interesantes fue sin duda la que realicé el jueves 9 de noviembre de 1989 a la Universidad de Estocolmo.
Fui recibido por el profesor Jonas Engberg, jefe de la División de Asuntos Internacionales de la Universidad de Estocolmo y por el rector, profesor Inge Jonsson, quienes acompañados del equipo dirigente conocido como la Presidencia de la Universidad me ofrecieron un almuerzo para luego iniciar nuestro recorrido por el recinto universitario.
Mientras se desarrollaba el almuerzo, el rector intercambió unas breves palabras en sueco con algunos de sus acompañantes para dirigirse a mí en español, “pro-rector, queremos saber cuál es su campo de ejercicio profesional para asignarle a un Premio Nobel que lo acompañe en su recorrido por nuestra universidad”. Le expliqué que era ingeniero civil pero al sonreír me aclaró que no existían premios Nobel de esa especialidad. Tenían varios de diferentes vertientes, pero el más cercano era el de Física, y así me asignaron como guía al profesor Hannes Alfven, Premio Nobel de Física de 1970, por ser el descubridor del plasma como cuarto estado de la materia ya que no era ni sólido, ni líquido ni gaseoso. Estos estudios habían sido ignorados por la comunidad científica internacional durante varios años, hasta que finalmente fueron reconocidos por su prestigioso premio.
Alfven era ingeniero electricista, pero luego se dedicó al estudio del plasma y era considerado ya en esos momentos como uno de los padres del “plasma espacial” haciendo importantes contribuciones que van desde el estudio del cinturón de Van Allen hasta la dinámica de los plasmas en nuestra galaxia.
Una vez finalizado el almuerzo, el profesor Bjorn Afzelius, jefe de los laboratorios de investigación científica de la universidad, me presentó a un anciano amable y sencillo que, rodeado de una serie de equipos extraños, se esforzaba por darme una calurosa bienvenida.
Se dedicó entonces, por más de una hora, a darme explicaciones de sus investigaciones acerca del plasma, que lo habían conducido a ganar el Nobel de Física. Yo comprendía las ideas centrales del tema, que Alfven se esforzaba en simplificarme, pero siempre lamenté no estar acompañado del físico dominicano y compañero de aulas en primero de ingeniería, profesor Dinápoles Soto Bello, quien en aquel momento me hubiera ilustrado en gran manera.
Conservo un vivo recuerdo de aquel memorable encuentro y lamenté profundamente el fallecimiento de Alven, ocurrido en 1995 unos seis años después de nuestro encuentro.
Ya bien adentrado el siglo XXI, como insaciable lector de los detalles científicos que son dados a conocer por las agencias de prensa, me enteré de que el desarrollo de los sistemas de defensa antiaéreos ruso-chinos S-400 y S-500 están fundamentados en gran parte en los descubrimientos científicos de Alfveen realizados en aquellos laboratorios de física de la Universidad de Estocolmo dirigidos por otro gran maestro de las ciencias, el profesor Bjorn Afselius, con quienes pasé unos momentos inolvidables.
Estos modernos sistemas de defensa aérea tienen la capacidad de descubrir objetivos hipersónicos que se “esconden” de los radares convencionales mediante plasma de alta temperatura, aquel mismo “cuarto estado de la materia” que fue descubierto y estudiado por el modesto anciano que se esforzaba por mostrarme su tranquilo laboratorio aquel jueves nueve de noviembre de 1989.
Academia Sueca fue fundada en 1786 por el rey Gustavo III de Suecia y es la encargada de designar cada año al Premio Nóbel de Literatura anunciar los nombres de los laureados Premios Nobel.