Una ola de agresiones de saldos sangrientos en relaciones interpersonales, incluyendo provocar la muerte a mujeres indefensas, y un evidente auge delictivo, representan un desafío a los recursos con que cuenta el país para llevar seguridad y sosiego a la nación.
Impactar comunitariamente contra la inclinación a recurrir a la violencia en conflictos comunes reclama esfuerzos excepcionales a corto plazo ante el déficit de formación ciudadana orientada a la armonía social.
Además, urge reeducar a muchos hombres que actúan con un acendrado sentido de posesión y superioridad sobre sus contrapartes femeninas.
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Es tan alto el precio en vidas que acarrea el alto índice de apelación a la violencia al aflorar agudas contradicciones, incluyendo actuar contra mujeres, que ya es hora de diseñar políticas de ambiciosa divulgación que incentiven el civismo y las reacciones incruentas a nivel comunitario. Fomentar el control de los impulsos.
Urge también la fijación de límites y de sanciones ineludibles a comportamientos precursores de tragedias generalmente estimulados por consumos abusivos de alcohol en sitios públicos y por el porte legal e ilegal de armas de fuego a las que diversos estudios de la mente humana atribuyen particular fuerza motivacional para los usos fratricidas.
Cabe reconocer, sobre la violencia delictiva intensificada, que modernizar electrónicamente el combate al crimen es un paso adelante.