Una entrevista al hijo del coronel Caamaño

Una entrevista al hijo del coronel Caamaño

Tiberio Castellanos

Hoy he visto la entrevista que le hacen en Acento (You Tube) al hijo mayor del Coronel Francisco Caamaño Deñó.

He quedado muy impresionado con lo que cuenta Alberto sobre su último encuentro con su padre. Me ha parecido escuchar de nuevo (por supuesto, en circunstancias muy disímiles) las palabras que me confió mi amigo Manolo Lorenzo Carrasco, aquel domingo, frente al Ayuntamiento de La Habana donde yo hacía guardia ese día. «Tiberio, esto es un holocausto». Mi amigo Manolo había salido del campamento donde se «entrenaban» los futuros mártires del 14 de Junio de 1959, y allí volvió de nuevo. Manolo era miembro del PSP y tenido por hombre muy serio y valiente. Y ello explica por qué obtuvo el permiso para salir del campamento. Y por qué también allí volvió.

No me preguntará usted por qué motivos Manolo aceptó seguir su «entrenamiento» en Mil Cumbres y terminar haciendo realidad las palabras de aquella mañana frente al Ayuntamiento de La Habana.

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Pero si también usted vio la entrevista del hijo del Coronel Caamaño Deñó, encontrará usted la semejanza entre la despedida del Coronel con su hijo, y las palabras de Manolo Lorenzo Carrasco a su amigo Tiberio Castellanos’

Debo aclarar enseguida varias cosas: la primera, me parece que debe ser cómo estoy vivo todavía, 97 años, a Dios gracias, y escribiendo estas memorias.

Días antes de partir hacia Mil Cumbres, donde se entrenarían los dominicanos, nos reuníamos, a diario, en la imprenta de Pipí Fernandez, en la calle Reina, de La Habana, a donde seguían llegando otros dominicanos desde diversos países donde los había como exiliados.

Se fue formando también el comando político-militar del grupo en formación. Dirigido, sin ninguna sorpresa de nadie, por Tulito Arvelo, héroe de la frustrada Invasión de Luperón, 1949.

Los del MPD, movimiento del que fui uno de sus fundadores, asistíamos a esas reuniones. Y a mi se me ocurrió un día preguntarle algo al jefe del Comando, que a él no le gustó. La respuesta de Tulito no fue precisamente ofensiva, pero no fue precisamente de mi gusto.

Saliendo de la reunión, los compañeros del MPD que allí estaban, a quienes enteré del diálogo con Tulito, ya comentaban la salida nuestra del grupo, pues: «Así mismo trataron a Máximo, no nos quieren aquí».

Y no quedó el asunto de otra manera que la de salir del grupo que se iría a «entrenar» a Mil Cumbres. Y nosotros vivir unos años más.

Por cierto, Tulito Arvelo tuvo durante el «entrenamiento» algo así como una úlcera estomacal y le llevaron a un hospital en La Habana, donde aún estaba el día 14 de Junio de 1959. Ignoro si escribió algo de esto a su regreso a Santo Domingo. Y Tulito sabía escribir.

Y me parece que solo él podía haber escrito algo lógico de todo lo que muchos «maliciamos» de aquel entrenamiento.

Nos queda la elegía de nuestro gran poeta. Llanto y rabia de un gran dominicano.

“Ni un Rumor

Ni Una Hazaña secreta

Ni un vencido poblado

Un abrazo”

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