“Ama al padre que guía tu camino. Respeta al que no lo hace”.
Karina Pereyra
No hay acontecimiento mayor que el nacimiento de un niño. La vida empieza con el padre. La manera en que ocurrieron las cosas con papá se ve reducida, ante el hecho esencial de que el padre es la semilla que da origen a la vida. Este es el evento que lo coloca como autoridad de la casa.
Ya que todos venimos de un padre y una madre, quien no respeta a sus procreadores, no puede respetar su propia vida. Muchos se escudan en los sucesos. Me dicen, ay Karina ¿Cómo se puede respetar a un padre irresponsable, abusivo o déspota? La respuesta que suelo dar es otra pregunta ¿Cómo podríamos no hacerlo? Aún no conozco a alguien que haya podido salir adelante repudiando la mitad de su ser.
La mayoría de los conflictos que vivimos, están relacionados con el desequilibrio que tenemos de las energías masculinas y femeninas. Lo masculino es un conducto o canal cuya función es traer energía y luz a la creación. Por otra parte, lo femenino acompaña e influencia a lo masculino para que se afiance en su fuerza.
La energía de la madre nos brinda nutrición, cuidado, seguridad, sostén, cuidado, amor, sanación, intuición, ternura, creatividad y prosperidad. La energía masculina nos permite dirigir, guiar, enfocar, dar, crear, expandir, conquistar, proveer, respetar, ordenar, disciplinar, apoyar, mantener y proteger.
En todos los asuntos, el éxito que podemos disfrutar se relaciona con el orden en que estamos expresando las fuerzas que provienen del padre y la madre. Confucio, el filósofo más famoso de China, decía que una casa será fuerte e indestructible cuando esté sostenida por cuatro columnas: padre valiente, madre prudente, hijo obediente y hermano complaciente.
El primer aprendizaje acerca de la ley ocurre en la casa, luego la escuela y más tarde la comunidad en la que participamos. Siendo el padre el representante del orden en el hogar, ¿no crees que debemos detenernos un poco a mirar que está pasando con él? ¿le has dado espacio en tu alma a su fuerza…a su grandeza?
El arquetipo del padre tiene una función simbólica que nos remite a la identidad, las reglas, el poder, el honor, la autoridad, la estructura y la herencia. La palabra herencia viene del latín haerentia, vinculada a una raíz indoeuropea “ghais”, que significa adherir o unir cosas y se documenta en castellano a partir del S. XI.
Al hablar de herencia, nos solemos referir a las cosas que están vinculadas a la familia. Al morir la persona que las tiene en posesión, pasan a su descendencia. Sin embargo, este concepto se relaciona más con heredad, que se asocia a la palabra “heredis”, que significa heredero, y se conecta con la raíz “ghe” que equivale a “dejar ir” o “liberar”. ¿No te parece curioso?
La similitud radical de herencia con heredad y la idea de que la herencia se vincula con alguien de la familia que tenemos que dejar ir, ha hecho que las palabras se utilicen indistintamente. En el S. XIX la palabra herencia también empezó a usarse para describir el conjunto de caracteres que recibimos de nuestros padres, en el material genético.
El afamado pianista de jazz Hazel Scott dijo: “Hay un momento en que debes explicar a tus hijos por qué nacen y es maravilloso si para entonces sabes la razón”. Luego del divorcio de mis padres, la condición de primogénita y única hija entre ellos, me regaló la maravillosa oportunidad de pasar mucho tiempo a solas con mi papá.
En los últimos días de su vida, compartimos muchas palabras y numerosos silencios que me han permitido desentrañar el misterio del amor en el que fui concebida. El premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez dijo: “Una persona se da cuenta de que ha empezado a envejecer, cuando al mirarse al espejo descubre que se parece a su padre”.
Quien no ha conocido a su padre y lo que éste le ha heredado tiene una vida incompleta. ¿Cómo puedes saber quién eres, sin referirte a él? Y no aludo a conocer su nombre, su historia o su rostro, hablo de mirarte en el espejo y saber que todo lo que rechazas, repudias, ignoras o escondes de ti, es una forma inmadura de reclamar -o quejarte- por lo que has recibido de tu padre y tu madre.
Cada quien tiene el padre que necesita para desplegar del mejor modo las potencialidades de su alma. En un nivel muy profundo, cada uno tiene el mejor papá para aprender las lecciones vitales que necesita, e ir más allá de los límites que conoce. El poeta, comunicador y educador mexicano Abel Pérez Rojas dijo: «Entre más años tengo, más quiero y entiendo a mi padre».
De los preciosos momentos que viví con mi papá he recibido la más extraordinaria herencia: la capacidad de escucha atenta, la valoración de la buena compañía, el placer sencillo de caminar, el disfrute de la soledad, el amor por los libros, el aprecio por el conocimiento, la distinción de los amigos, la risa sincera, el respeto por las diversas manifestaciones de vida, la predilección por la sencillez, la mediación como recurso y la expansión de las fronteras mentales y físicas.
Cuánta razón tuvo la gran bailarina y coreógrafa estadounidense Isadora Duncan, creadora de la danza moderna, cuando dijo: “La mejor herencia que se le puede dar a un hijo para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo”.
Gracias papi por todo lo que me suministraste y gracias por lo que no me entregaste. Me hiciste una mujer próspera, capaz de vivir en cualquier lado. Todo lo de valor que tengo va conmigo a donde quiera que voy. La extraordinaria herencia que me dejaste nadie puede robármela ni arrebatármela. Decir que soy la primera hija de Héctor Pereyra Ariza es un orgullo inexplicable. Celebro cada día que seas mi padre. Gracias mami por elegirlo a él…