Todos recordamos a muchos de los profesores que hemos tenido, especialmente en la infancia. Algunos, de forma positiva y con afecto y a otros con reproches o malestar. La relación entre profesor y alumno es un vinculo potencialmente inspirador que puede orientar, reforzar y sacar lo mejor de cada alumno.
Son muchos los profesores que reconocen del papel tan importante que ocupan en la vida de sus alumnos y actúan desde el privilegio y la responsabilidad que supone.
Justamente de esa poderosa relación se trata esta historia de la admiración que siente María Eugenia Caba, abogada y especialista en Derecho Público, una joven que tomó clases de ballet durante toda su infancia y de su admirada maestra de danza clásica, Silvia Crespo.
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A propósito de que el pasado sábado 29 de abril, fue celebrado el El Día Internacional de la Danza, María Eugenia resalta el poder de la esta disciplina en la vida de las personas y como llegó a amar bailar gracias a la inspiración de su profesora.
“No la tiren, llévenla, le canta a sus alumnas la Maestra Silvia Crespo refiriéndose al bosquejo de un grand battement (gran lanzamiento) con las piernas”, así inicia el rato sobre su maestra.
Agrega qué, en la República Dominicana, al hablar de danza, hay muchos para tomar de la mano. “En esta ocasión, la bailarina y maestra Silvia Crespo, merece una especial atención”, prosigue María Eugenia.
Y es que según explica sus alumnas la llaman la madre de la danza clásica y la madre de la danza del 14 de junio, por su fecha de nacimiento.
“Silvia Crespo como bailarina, tiene alrededor de 47 años viviendo en el ballet clásico y cerca de 38 años siendo maestra de la misma disciplina. Profe Silvia hizo de la danza su vida. Tiene tantos premios Casandra Damirón como las vidas de un gato y su primera nominación a un premio fue a sus 15 años, en los premios Dorado”, explica.
La importancia de la mentoría
Para María Eugenia, danzar es así como hacer una serenata desde la psiquis a través del cuerpo. “Es una expresión de máxima libertad que puede llevar consigo un mensaje constreñido, abierto, de llanto, de guerra, de paz, de ruido negro – de país. Es el sí y el no, del cuerpo humano”, explica.
De ahí la importancia de contar con una la mejor orientación al iniciarse en esta carrera.
Es una expresión universal, individual y cultural. En esas tres esferas la danza trasciende cualquier límite verbal.
“En el ballet clásico, como en toda disciplina, es muy importante quien traspasa o quien lidera el traspaso de conocimiento. Esto es lo que va a afianzar lo que se logra hacer pero también lo que se sueña con hacer”, explica la joven bailarina.
Por esa razón, para ella fue de gran importancia contar con la maestra Silvia que es la prima ballerina del sueño caribeño de la danza clásica. “Es la que pudo coser los “sí”, desde nuestro territorio, para que otras pequeñas y grandes bailarinas pudieran realizar sus sueños”.
Legado
Todo lo que no se menciona sobre la carrera de la bailarina y maestra Silvia Crespo, todo aquel silencio es mucho, muy, más importante que lo que ha sido dicho, asegura su ferviente alumna.
“Es una mujer historia. Silvia Crespo se sostuvo y se sostiene, en sus dos pies. Aunque ninguna trayectoria se realiza en completa soledad, incluyo y resalto en su nombre propio, y en el intertexto, todas las personas que pudieron cargar momentáneamente, física y emocionalmente a un astro Sirio como lo es ella”.
Finalmente como alumna, María Eugenia, asevera que dentro de esa disciplina, carácter, perseverancia, entrega, pasión- está la mujer que invita siempre a soñar, “tanto, que hoy pienso que, quien sabe, a lo mejor los entendidos puedan hacer un Silvia Crespo para los premios de danza clásica o bien quizás el nombre del departamento de políticas públicas en materia de danza – tendría todo el sentido y coherencia del planeta”.