Cuando visitabas las oficinas de E. León Jimenes en el Centro de los Héroes, la primera impresión que te daba era de que las puertas no tenían llavines… Mirabas para un lado, la puerta abierta, para otro lado, dos ejecutivos conversaban sin cortapisas… Desde los finales de la década de los 60, el tío José ya marcaba pautas, que había asimilado desde sus años académicos en los Estados Unidos y que empezó a intentar cultivar en La Aurora, en la Calle Restauración, en Santiago” –comenta Píndaro, a un taciturno y todavía aturdido Herminio-… “Caray –exclama-, unas raíces mercadológicas estaban sembrando y trillando un nuevo futuro de ideas vanguardistas –y, hasta osadas-, para la época… Cuando mudaron las oficinas a la primera cuadra de la 27 de Febrero, entre la Leopoldo Navarro y la Máximo Gómez, pensé que este esquema cambiaría”… “Que va –asegura Píndaro-. Ahí se reforzó una nueva filosofía que no paró jamás de calar”.
El secreto estaba en la personalidad única de un León manso de corazón… Un tío José que, luego, por los años 70 supo enfrentar la imagen de una competencia nacional cigarrillera aglutinando a los más destacados artistas en un tren musical que tuvo su explosión final con un magno concierto del gran Fausto Rey ‘rompiendo sus cadenas’… apoyado por Premier, un producto ‘con sabor a pueblo’… Un León enfocado en un mercado creciente, apoyándose en el talento netamente dominicano, entre el que se destacó la calidad creativa compositiva de don Radhamés Reyes Alfáu, metiéndose de lleno en largas hora de grabaciones de jingles en el Estudio Fabiola… “¡Anjá! –exclama Herminio-, lo que mucha gente debe saber es que ese gran profesional incentivando el crecimiento de la empresa, se iba los domingos en la mañana a jugar baloncesto al Club Mauricio Báez, encontrándose allí con respetados y veraces periodistas como Bonaparte Gautreau, quien nos ha comentado que recuerda con cariño cómo el tío José se sentaba –vistiendo sus pantaloncitos y camiseta blanca- en el borde de la calzada, mientras saludaba y conversaba con los transeúntes del barrio”.
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“¡Es que era un ser incomparable! –declara Píndaro-… En esa misma década unió fuerzas con un grupo de emprendedores que sentían pasión por los trabajos del Club Mauricio Báez, entre los cuales estaban tú, Herminio, haciendo equipo con Nandy Rivas, don George Arzeno Brugal, doña Colombina Castellanos, Leo Corporán, José Ravelo, y quizás algún otro que pueda olvidar ahora, que hacían sus reuniones debajo de una mata de limoncillo, ubicada donde hoy se juega bajo techo…El fin perseguido fue construir, a través del COMITECHO, lo que hoy son las instalaciones de baloncesto del Mauricio… Jamás olvidaré el pedaleo que dio en su bicicleta Emilito Valdéz –Caballito-, buscando las firmas del tío José –en León Jimenes- y de doña Colombina -en el Citibank-, para los cheques del COMITECHO”
“Nuestro país ha estado inmerso en una lucha por crecer a toda costa, para tratar de estar a la par con otras muchas naciones de nuestro entorno… Mucho se ha intentado motivar a la formulación de un corto mensaje que nos refleje ante el mundo… Pero, en todos los casos me ha venido a la mente que, desde hace varias décadas, el fino olfato del tío José dio vida a la frase más impactante y compromisoria de todos con nuestro país: ‘¡Una mejor nación es una empresa de todos!’… Una frase que nos obliga a mirar hacia adentro de cada uno, a través de respetar la verdad como el corazón de la integridad, y el respeto y humildad como la cualidad humana más valiosa en cada uno de nosotros… Me atrevo a plantear que, en lugar de perder tanto el tiempo obviando lo valioso del pasado y urgando en el baúl de las sorpresas futuras, acojamos, valoremos en toda su extensión, e incentivemos el legado del tío José: ¡Una mejor nación, es compromiso de todos!”.