Desde el primer momento fue evidente que con la llegada del doctor Ángel Hernández al Ministerio de Educación tomaba el mando un profesional de excelente formación, doctorado en Francia tras licenciarse en reconocidas universidades locales. A su nivel académico sumó meritoriamente ejecutorias administrativas y técnicas en el Ministerio que ha pasado a dirigir. Llenando todas las condiciones para regir con idoneidad las delicadas y complicadas funciones que le asignó el Poder Ejecutivo hace tres meses.
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A poco de su arribo, y de forma responsable y objetiva, sacó a la luz la pésima calidad en que permanecía la enseñanza pública a nueve años de comenzar para el sector la gruesa asignación presupuestal del 4% del PBI. Tampoco encontró que llenaran objetivos procesos adicionales que estaban en marcha para superar debilidades e ineficiencias y poner en servicio nuevas escuelas completando construcciones rezagadas previas al año escolar.
Halló, a su decir, evidencias de irregularidades en contratos con proveedores y graves incumplimientos de suministros tras millonarios pagos adelantados. Hernández ha destapado una caja de Pandora de escandaloso contenido y está procediendo judicialmente, exigiendo devolución de valores y activando abogados para profundizar en cada caso. Las presiones y amenazas que recibe por sus firmes actuaciones, y las decepciones que le causa la falta de colaboración para continuar en su cruzada, no deben lograr su salida del cargo.