En la posmodernidad asistimos al funeral de los paradigmas, de las utopías, de los héroes y del ideal. La reproducción ha sido la causa del hombre pragmático: un sujeto sin causa asumida, sin ideología sin moral y sin ética, pero con habilidades y destreza para sintonizar con las circunstancia, y entonces, hacerse fluir. Pero el pragmático no es luchador, ni consistente, ni un coherente en defender una mentalidad y un comportamiento en sintonía a una causa social; más bien, es un hombre con prótesis en el espíritu. Vivimos entretenidos en el Síndrome de Saturación de informaciones; hoy todo es visual, una noticia entierra la otra. El mundo consume lo light: lo ligero, lo liviano, sin caloría, lo insustancial, lo que entretiene y lo que menos nos obligue con el sistema de referencia. Es decir, la vida se asume con el entretenimiento, con la cultura de la prisa y el facilismo sociocultural. Ahora se vive sin pasión, sin ideal, sin apego, sin vínculos, y sin sentido de pertenencia. Las personas imitan lo que diga el mercado de consumo, del confort, de la moda y del nuevo estatus.
La felicidad se ha planteado como el logro del parecer. Para mucho es mejor el dinero sin esfuerzo y sin sudar, el amor sin afecto, o la intimidad sin pasión; de lo que se trata es de vivir conquistando y alucinado por lo inmediatez. En la posmodernidad y la globalización no existe la referencia, ni la diferencia ni la valoración de asumir la vida defendida por el trabajo, el altruismo, la solidaridad la empatía, y tomar distancia de los anti valores. Ahora, David Ortiz nos sirve de referencia, de una dominicanidad defendida y asumida por el trabajo, la resistencia, la coherencia, la identidad y el ideal de asumir un modelo digno de imitar: en la pelota, como atleta, como ser humano, como familia, como amigo, como ciudadano.
Pero su grandeza no se ha expresado por el dinero acumulado y logrado por su trabajo. La referencia han sido sus valores, su altruismo, su compromiso con los niños enfermos del corazón; con su ayuda y empeño para que los jóvenes en la pelota sean diferentes, no se droguen, no sean amantes del exhibicionismo y del dopaje para lograr las cosas fáciles.
David Ortiz nos hace sentir orgulloso, dignos, y nos aumenta la autoestima y la referencia como latinos, caribeños, dominicanos, como hispano, es decir, una digna representación de que se puede hacer lo correcto, lograr fama, dinero, estatus, éxitos, y al mismo tiempo, ser humilde, sencillo, servirle a los demás, sin practicar y sin sintonizar con los antivalores. Cada día, cada mes, cada año, cientos seguían a David Ortiz; en la pelota, con su fundación, en las relaciones sociales, en las entrevistas, etc. David siempre es buena noticia, con sabios consejos, tratando de ser diferente.
Él sabe que sus logros no son de él solo; por eso mira hacia arriba después de cada jonrón. Hace silencio y con voz entrecortada habla de su madre, del esfuerzo de su padre, de sus entrenadores, de los que le enseñaron en su humilde Haina.
Las personas inteligentes y sabias siempre miran al pasado, lo asumen, lo defienden, para poder luchar con el presente y cosechar el futuro como resultado de ambos. Los dominicanos nos sentimos muy bien con nuestros atletas: Pedro Martínez, David Ortiz, Albert Pujols, entre otros, que llevan el buen camino. Como país necesitamos personas que sirvan de referencia con el ejemplo en el trabajo, en los valores, en la constancia de vivir y asumir lo correcto, para establecer y alcanzar la diferencia. En buena hora el retiro de David Ortiz, una referencia para los jóvenes de nuestro país.