Desde hace algún tiempo la vox populy exige a gritos una reforma fiscal integral, entendiéndose como tal la que comprenda una mejoría en la calidad del gasto, no obstante, dicha reforma no ha encontrado un artífice.
En cambio todos los Gobiernos han tenido la oportunidad de por lo menos realizar reformas tributarias que les permitieron desenvolverse con una aceptable tranquilidad, con excepción del actual, que la presión popular, actuando a impulso y conjuntamente con el pasivo acumulado por largos años, arremete contra los Gobiernos de turno, que en este caso soporta estoicamente sin la creación de tributos y muchas veces sin poder aplicar los vigentes impedido por intereses.
La última reforma fue la de la Ley para el Fortalecimiento de la Capacidad Recaudadora del Estado para la Sostenibilidad Fiscal y Desarrollo Sostenible No. 253-12 de fecha 9 de noviembre de 2012, mediante la cual se hicieron reformas sustanciales gravando el consumo, para lo cual en su Considerando Tercero se argumentaba muy correctamente “que la Constitución establece que el proyecto de Ley de Presupuesto General del Estado a ser elaborado por el Poder Ejecutivo, los gastos propuestos y el financiamiento requerido, en un marco de sostenibilidad fiscal, asegurando que el endeudamiento público sea compatible con la capacidad de pago del Estado”.
Por todas estas razones es incuestionable que ha llegado la hora para realizar una reforma fiscal integral, que comprenda la reducción de las alícuotas de los impuestos directos, una simplificación del sistema en general, manteniendo el precepto constitucional de contribuir según la capacidad de los ciudadanos y mejorando la calidad del gasto, con lo cual estamos seguros se obtendría una mejoría de las recaudaciones.