Eslabones de la intermediación en la comercialización agropecuaria, cuello de botella que en República Dominicana impiden la justa retribución a los pequeños productores y precios más bajos al consumidor, podrían eliminarse aplicando modelos agroecológicos comunitarios que entre sus innovaciones asumen el control de la cadena de suministros y permiten una distribución más equitativa de las ganancias.
Concebidos con la idea de erradicar prácticas centenarias que siembran al campesino en la pobreza, de lograr la soberanía alimentaria y enfrentar el cambio climático, estos proyectos rurales e interurbanos incluyen la producción, el procesamiento de materias primas y la comercialización.
Estos proyectos, útiles para aprovechar tierras baldías y subutilizadas, abarcan todos los eslabones de la distribución. Mercadean los productos en los denominados “supermercados vivos”, ubicados en su demarcación y localidades donde la distancia no drene los beneficios.
Más que la cantidad de materias primas producidas, el éxito empresarial de proyectos aplicados en países de América Latina lo atribuyen a la capacidad de procesarlas con buena calidad y excelente presentación, un logro que los convierte en fuente de acopio de consumidores de otros municipios.
Con la transformación de productos del agro y la pecuaria generan empleo, valor agregado y mayor control en su comercialización. Esta base productiva la articulan con la educación, salud y cultura, tomando estos pilares como sustento de cambios que redundan en bienestar social.
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Nutrición sana
Protegen la salud. Ofertan y consumen alimentos sanos, nutritivos, cultivados bajo principios básicos de conservación con prácticas orgánicas que respetan la diversidad biológica. Eliminan los agroquímicos y semillas transgénicas, rescatando las criollas, los saberes campesinos.
Desarrollan la capacidad de administrar talentos, gerencial ideas, innovar tecnologías, buscar soluciones y multiplicar las oportunidades, a fin de generar una renovación personal y sociocultural.
Demostrando su factibilidad, se destacan los proyectos Sembradores de Esperanza, en Honduras, y La Cosmopolitana, de Colombia, diseñados y manejados con un enfoque holístico, sistémico. Se fundamentan en el respeto al ser humano y a la naturaleza, en el trabajo asociativo, la sostenibilidad del sistema productivo, el desarrollo de mercados solidarios que aseguren una distribución equitativa de la renta.
En fin, un hogar de vida. Epicentro de tecnologías alternativas, en las que priman la energía solar, la hídrica y de biomasa. Priorizan la reforestación y conservación del agua, el aumento de la producción con prácticas de protección de suelos para mantener o incrementar su fertilidad y recuperar terrenos degradados. Asimismo, la minimización de tóxicos y manejo adecuado de plagas.
Sembradores de esperanza
Como una oportunidad para que pequeños agricultores se conviertan en agentes de cambio y autores de su propia historia -íntimamente relacionada con la naturaleza-, surgió en los años 90 el proyecto Sembradores de Esperanza, una experiencia de transformación humana y ambiental, desarrollado como parte del trabajo pastoral de la Diócesis de Choluteca, al sur de Honduras.
En su libro Sembradores de Esperanza, Mónica Hesse expresa que por ser una síntesis de tecnologías aplicadas, reflexiones y opiniones es un texto útil para los pequeños agricultores, promotores, técnicos agrícolas, ingenieros agrónomos y toda persona que se ha tomado en serio el mandato divino de ser responsables de la naturaleza.
Una obra testimonial en el que relata la labor emprendedora de familias rurales hondureñas, empeñadas en rescatar su alimento, identidad, cultura y espiritualidad.
En La Cosmopolitana, fundada en su finca por Roberto Rodríguez junto a Mónica Hesse, un 80% de la alimentación interna se garantiza con la pecuaria y siembra permanente y escalonada de los productos agrícolas de la dieta diaria, asegurando la ingesta de proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales.
Innovación
Este proyecto innovó al pasar de la venta de productos no procesados a procesados, lácteos, verduras, frutas y otros, manteniendo el criterio de sostener una producción y comercialización continua en su demarcación, en vez de lugares distantes que impliquen gastos de transporte, contaminación y alta competencia comercial. Al respecto, Rodríguez dice:
Por los motivos anteriores, la comercialización no ha sido el mayor cuello botella. Ha sido innovadora, dado que la estrategia de venta está asociada a la diversidad. Existe una demanda generalizada por su alta calidad, originalidad, precios y presentación de productos procesados.
Entre la multiplicidad vegetal y animal se eligen algunos rubros que sustenten la economía familiar, al tiempo que procuran sortear la inseguridad de los precios en los mercados y garantizar la periodicidad de los ingresos.
Planes de vida
Cada proyecto promueve las acciones programadas de acuerdo con las características e intereses de sus comunidades. Al iniciarlo, diseñan el plan de vida que los regirá en el contexto de un agroecosistema sostenible.
La comunidad analiza su situación económica y determina qué cultivos y ganados priorizan, enfatizando el procesamiento y comercialización. Proyectan sus finanzas, fuentes de empleo y generación de ingresos, desde sus fincas, haciendo un cuidadoso análisis del mercado.
Trazan el plan con visión de futuro, desde la organización comunitaria y distrital hasta la municipal y regional, contemplando el arreglo o adquisición de viviendas dignas, embellecidas con jardines, rodeadas de herbolarios y huertos, entre campos deportivos y salones comunitarios.
Planifican y gestionan los servicios públicos necesarios, centros educativos y de salud que favorezcan la etnoeducación y el autocuidado de la salud, a fin de que disfruten de las comodidades de una urbe, asociadas con la calidad de vida que brinda el campo, los ríos protegidos y bosques reforestados.