Estoy luchando con los que celebramos una resurrección sin vivir una resurrección. Estoy luchando con los que pregonamos una resurrección sin encarnar una resurrección.
Estoy batallando con los que hablamos de transformación, sin por lo menos vernos intentar una metamorfosis que no se circunscriba a lo emocional o a las lágrimas sin sangre.
Este domingo tan significativo, que dejó establecido una ética y un estilo de vida, en este incomparable día, quiero ser fiel a mi tradición cristiana, también fiel a mi formación sociológica y a mi tendencia de vida pragmática; debido a esos elementos, este domingo de resurrección, intentaremos tocar y agarrar la resurrección como un hecho trascendente, espiritual y tangible.
Una resurrección que debe alterar nuestras prácticas cotidianas, que debe modelar la esfera del poder político y económico, una resurrección que debe liberarnos de la enajenación.
La resurrección debe ser equilátera, debe operar de forma igualitaria en nuestra área social, en nuestra identidad personal y en la parte espiritual, que también, como las anteriores son eternas. (Aclaro, digo eternas porque todo lo que tiene que ver con el ser humano es eterno). La resurrección de Cristo, nuestra fe, nuestra creencia debe afectar y trastornar la parte social. La política, y no debemos ser ingenuos, coexiste con la cultura, con la religión, con nuestro ser.
La política y la religión -nuestra fe- son dinámicas que solo se pueden dar en un contexto de mutualidad y simbiosis. La pregunta que debemos de hacernos es ¿qué hacer y cómo comportarnos en ese contexto de mutualidad o simbiótico? ¿Cómo podemos mermar las estructuras cargadas de injusticias usando nuestra acción del sufragio, el voto? No entiendo, celebramos una resurrección que significa que El (Cristo) venció la muerte con la vida, la vida es el bien, la injusticia es parte de la muerte. Pero cuando operamos en las estructuras de poder se nos olvida la resurrección, el poder y los bienes nos dominan y nos esclavizan.
La resurrección debe mostrarse en la liberación personal de prejuicios. Estamos cargados de prejuicios que no nos permiten abrazar la vida que produce la resurrección. El prejuicio tiene que ver con pensamientos, con sentimientos y actitudes con una connotación negativa hacia una persona o un grupo.
La resurrección no elimina esa lucha, un día lo hará, pero nosotros debemos modelar de forma intencional un estilo diferente a lo natural, a lo oscuro, debemos vivir la resurrección. Mirar a los demás con dignidad. Lo opuesto de dignidad es la cosificación o la deshumanización.
La más subjetiva pero delicada y sensible es la resurrección que produce liberación espiritual del pecado. No podré dar un sermón en este artículo, pero si entendemos el seguir a Jesús como un estilo de vida producido por Jesús en nosotros, entonces, la resurrección es equilátera, la vida social, política, financiera, la vida que tiene que ver con la dignidad y los prejuicios, todo esto es fruto de una persona que practica o no el pecado. Seamos honestos, ¿qué tipo de resurrección estamos nosotros celebrando?