MARIVELlCONTRERAS
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Desde hace un par de años para acá, el verano ha tomado en mi vida una importancia nunca antes imaginada. Y es que en mis vivencias infantiles, en un país caluroso como este, nunca hubo tanta distinción entre una estación y otra. Lo único realmente maravilloso era que no teníamos clases y que los días eran interminables y divertidos. Jugábamos de la mañana a la noche, con la esperanza de que la oscuridad total nunca llegara y nos acostábamos a dormir temprano con el fin único de que el sol volviera cuanto antes.
Ahora en que me ha tocado esta Fiesta de posibilidades de evasión y diversión, caigo en cuenta de que esta estación manda cosas distintas a las que recuerdo en mi pasado. Ahora hay que llevar a los niños al campamento y planificar muy bien qué vamos a hacer en el tiempo libre, durante los fines de semana y aunque no tenemos que hacer como la mayoría de los españoles o italianos -que abandonan la ciudad y se van a los campos y los lugares con playa-, lo cierto es que tenemos que buscarle una doble solución: una al calor y otra a la diversión de los más pequeños. Primero pensemos en Boca Chica, en Juan Dolio, luego en Palenque y hacemos un mapa que nos lleve desde Bahía de las Águilas hasta Punta Cana.
Lo importante que tenga río, playa, cocoteros, palmeras, árboles… En fin, aire y agua. Llegan los jóvenes vacacionistas de los Estados Unidos. Llega entre ellos mi Ian, un verano nuevo, esperado y con plan.