En la frontera dominico-haitiana de hoy, lo mismo que en la de ayer, existen dos realidades que exigen soluciones urgentes: el control racional, legal de la inmigración y el comercio de subsistencia justo, legal, libre y solidario.
Mirando nuestra condición isleña aparecen dos países envueltos en pobreza e injusticia estructural. Ante esta realidad, la frontera exige un control racional, inteligente, dignificante, en definitiva legal. Un marco jurídico binacional. Nadie por encima de la ley y nada por debajo de ella. Así se acaban robos e irregularidades.
Es el criterio del padre Regino Martínez sj, al que unen sus voces ganaderos de la provincia de Dajabón que con el acompañamiento del sacerdote jesuita y personal del Centro Montalvo realizaron una investigación acerca del robo de ganado en esa demarcación.
“Desde la frontera Norte hacemos un llamado a todas las asociaciones comunitarias de base de nuestro país y de Haití, especialmente a las fronterizas, para que fortalezcan su estructura organizativa, democrática, participativa, y así exigir a los respectivos gobiernos los servicios institucionalizados, la defensa, el control y la legalidad, que nos corresponden como pueblos soberanos”.
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En el documento se plantean soluciones al control fronterizo, actualmente caracterizado por “lo ilegal, lo ideológico, lo imaginario e irracional, y los resultados son: tráfico irregular de haitianos, contrabando de mercancías, narcotráfico, robo de animales, violación de los derechos humanos y violencia institucionalizada e individualizada”.
Desde 1974 al 2023, hace 49 años vividos en la frontera Norte, provincia Dajabón, y aún esperamos que los Gobiernos de turno en República Dominicana y Haití tengan presente que somos dos naciones en una isla. Queremos vivir teniéndonos en cuenta. Respetando la identidad de cada nación, y para eso están las leyes, el diálogo de las oficialidades y a nivel popular, dice y agrega:
”Tenemos que superar los prejuicios, lamentaciones y acusaciones; así podemos hacer lo que está a nuestro alcance como personas y como países hermanos; actuando con una coordinación interinstitucional y sentido binacional, que es lo que resuelve.
Superar la pobreza y la estructura de injusticia supone soluciones complejas que requieren mirar la situación de frente, sin prejuicios y con voluntad de buscar resultados que beneficien a los dos países.
La acción transformadora correcta tiene que ser conjunta. Si permanecemos de espaldas nos alejamos. Si nos situamos de frente chocamos. Tenemos que estar uno al lado del otro. Respetando nuestras identidades culturales y nacionales. Nadie, ni personas ni naciones pueden dejar de ser Yo para ser Tú. Yo soy yo en la medida que tengo presente el Tú como es, con sus fortalezas y debilidades. Las relaciones con un Tú imaginado u objetivizado no son dignas ni humanas”.
El documento precisa que el primer esfuerzo en el proceso de transformar la realidad fronteriza tiene que ser de los dos pueblos, de los dos Estados. En segundo lugar, el aporte de la comunidad internacional, que potenciaría lo nacional y la binacionalidad.
Expresa que si no hay voluntad nacional con sentido binacional, las relaciones derivan en un tira y jala; en dimes y diretes; además, las ayudas internacionales se convierten en fuentes de corrupción y dependencia, caldo de cultivo del narcotráfico, de la violencia institucional y personal.
Las soluciones implementadas por la oficialidad dominicana con las repatriaciones masivas e indiscriminadas y el control corrupto fronterizo lo que generan es un círculo vicioso: más de lo mismo. Esto se complementa con una oficialidad haitiana indiferente, corrupta, violenta desinstitucionalizada e individualizada. Dejar sin control el flujo de inmigrantes irregulares y un comercio de subsistencia a la “brigandina” en la frontera es perjudicial para los pobladores y los dos Estados: se generan violaciones de los derechos humanos y se evaden los impuestos.
Falta coordinación
En la frontera dominicana hay instituciones –indica-, pero hace falta coordinación institucional, funcionarios que actúen con responsabilidad institucional. Cada provincia es un “Gobierno Chiquito”. No se progresa con instituciones individualizadas. Cada institución anda por su lado: Migración, Cancillería, Ayuntamiento, Aduana, CEI-RD, Gobernación, Ejército Nacional, Cesfront, Instancia de inteligencia G2, J2, Departamento Nacional de Investigaciones y Dirección Nacional de Control de Drogas.
Cuando aparece un problema nacional o binacional –dice– las autoridades se reúnen, formulan acuerdos, pero no hay seguimiento. Llega un funcionario nuevo y hay que comenzar de nuevo, tiene su librito según el jefe político que lo nombró. Tenemos que superar el centralismo, el clientelismo político, la corrupción e impunidad.
Racionalidad, legalidad
La racionalidad es el primer paso de la legalidad, expresa. Como ejemplo señala que que miles de inmigrantes regresan a Haití a pasar las navidades. Al cruzar la frontera se inicia un saqueo público, y al regreso les impiden el cruce por el puente. Se sabe que cruzarán por el río pagando a la posta militar y en las carreteras a los chequeos, se sabe que son irregulares; pero se les emplea en los trabajos públicos, en la construcción, agroindustria y el comercio, son irregulares para cruzar la frontera; pero no para ponerlos a trabajar.
A nivel de isla y local–dice- tenemos que fortalecer una coordinación interinstitucional con sentido binacional ofreciendo a la población servicios institucionalizados por las leyes, no por el clientelismo, el capricho y el beneficio individual. La coordinación del sentido nacional con lo binacional tiene que ser una realidad tanto a nivel nacional como a nivel local fronterizo.