Guillermo Caram entiende que en la República Dominicana se debe hacer una economía más balanceada y que para que la nación esté "blindada" económicamente se necesita de la producción.
Partidos emergentes han terminado siendo parásitos de los tradicionales
El presidente Abinader tiene responsabilidades frente a sí mismo, sus ancestros y conciudadanos, de bien gobernarnos. Parte de ello es contribuir a que los partidos políticos, constitucionalizados mediante art. 216 de nuestra Constitución, que juró cumplir y hacer cumplir, cumplan su cometido.
Implementando sus disposiciones, nos estaríamos vacunando contra el espejo dicotómico, de corrupción y salto al vacío, a que fueron sometidos recientemente los peruanos.
De Perú provino, hace ya un siglo, la izquierda democrática-Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)- fundada por Haya de la Torre. Fue asumida por políticos que ganaron elecciones en varias naciones del continente, incluyendo Bosch en 1963. Posteriormente esta “izquierda” se adhirió a la Internacional Socialdemócrata a la que está integrado el PRM.
Con menos proyección internacional pero con más arraigo en idiosincrasia autóctona de participación comunitaria, a mediados del siglo pasado surgió Acción Popular concebida por Fernando Belaunde.
Aliado consuetudinario de democristianos, postularon la consigna “el pueblo lo hizo”, basándose en que constataban por doquiera, en toda comunidad peruana, obras edificadas por sus pobladores. Esta filosofía se exportó a Chile y Venezuela al ser dirigidas por democristianos.
No había espacio para los eufemísticamente denominados partidos emergentes.
Los partidos peruanos fueron progresivamente degradándose, sirviendo de pretexto para que Fujimori disolviera el Congreso en 1992. Su gestión devino en dictadura que empeoró corrupción y derechos humanos.
A partir de entonces los partidos tradicionales peruanos fueron perdiendo trascendencia hasta brillar por su ausencia en el presente certamen. Ni el APRA ni Acción Popular pudieron estructurar ofertas que evitaran la terrible disyuntiva de escoger entre corrupción y salto al vacío.
Nuestra democracia no está exenta de convertirse en espejo de una disyuntiva similar.
Los partidos más tradicionales, PRD y PRSC, han quedado reducidos a mínima expresión sin que dirigentes se percaten de ello, comportándose como si fueran mayoritarios: confrontándose y pontificando.
Al PLD le costará mucho recuperar favor popular habida cuenta los expedientes de corrupción que pesan sobre sus cabezas.
La Fuerza del Pueblo no da indicios de despegar a pesar de la notable figura que lo preside.
Los denominados partidos emergentes han terminado siendo parásitos de los tradicionales.
El PRM está desafiado a bien gobernar como carta de triunfo para su incidencia.
La experiencia de 10 meses, salvo intentando combatir corrupción pasada, no está augurando que pueda garantizar esta incidencia.
Afortunadamente el presidente Abinader ha mostrado capacidad de sacudirse.
Puede, tras mejorar gestión de su Gobierno en las crisis que nos afectan, abordar la vacunación política que evite exponernos a dicotomías similares a la peruana.
Nuestras instancias responsables deberían coadyuvar con este plan.
Nuestra Constitución y leyes dicen cómo.