Valentina Peguero
Una autora dominicana de textos de historia
con dimensión universal y amplio reconocimiento

<STRONG>Valentina Peguero</STRONG><BR>Una autora dominicana de textos de historia<BR>con dimensión universal y amplio reconocimiento

POR ÁNGELA PEÑA
Fue homenajeada por el gobierno de China Comunista pero también por el Congreso de Estados Unidos que la designó «editora contribuidora» para promover libros dominicanos en EU.

Para dominicanos de educación secundaria y universitaria su nombre es familiar porque han estudiado su libro de historia con casi veinte reediciones, pero Valentina Peguero es una figura de dimensión universal, reconocida por universidades, bibliotecas, escuelas y otras instituciones de Estados Unidos, China, Cuba, Perú, Venezuela, entre otros países. La Biblioteca del Congreso de Washington la nombró Editora Contribuidora y desde esa posición, honorífica, promueve el libro y el escritor dominicano reseñando su obra en el boletín de mayor circulación en el mundo.

Su visita a Chengdui como Profesora Invitada del Gobierno Comunista Chino para ofrecer una conferencia sobre la revolución cubana, revistió características apoteósicas. Frente a un auditorio inmenso, la disertante cautivó a estudiantes, decanos y profesores en el idioma inglés, lengua en la que tras la exposición intercambiaron en torno a la experiencia que la consagrada escritora desarrollaba.

En Cuba también ofreció una charla magistral, convocada oficialmente con motivo del 40 Aniversario de la Revolución.

Nacida en Dajabón el 16 de diciembre de 1944, Valentina Peguero tal vez presentía que llegaría tan lejos como a las universidades de Muncie, Indiana; Ball State University y Stevens Point, en Winsconsin; el CUNY, el Lehman College o Columbia University, donde ha enseñado, aprendido y recibido todos los honores, porque desde su infancia le ha acompañado un impulso para la superación profesional que no detienen limitaciones, ni siquiera estrictos y rígidos requisitos.

Ese espíritu indomable le permitió hacer su primera maestría cuando apenas viajó por siete meses a reforzar los conocimientos adquiridos en la licenciatura en Educación que cursó en la Universidad Católica Madre y Maestra, y la breve experiencia de unos meses de cátedra de Historia de la Cultura.

«En ese tiempo, la Universidad tenía acuerdos con el Instituto Internacional de Educación, que es una rama de la Fullbright, y recuerdo que la decana de Educación, Rafaela Joaquín de Lawden, me ayudó a hacer los trámites para conseguir la beca». Consistía en tres meses para aprender inglés en la Universidad de San Luis y siete para áreas de estudios en Muncie, Indiana, pero sin la compensación de un título.

«Para mí eso era inconcebible, pasar todo ese tiempo y regresar sin un diploma», cuenta. Cuando le expuso al decano norteamericano su deseo de hacer la maestría, la consideró anormal pues la inquieta licenciada apenas sabía inglés. «Para un estudiante de los Estados Unidos graduarse, necesita como mínimo dos años para hacer la maestría, y dominar el idioma, usted sólo tiene nueve meses y no sabe inglés», le replicó. Rogó, suplicó, pero las respuestas fueron negativas. Sin embargo, la reiterada insistencia logró que accediera. «Ya cuando me quedaban tres meses me dijeron que podía entrar a la maestría pero que no la iba a terminar porque la beca era de un año y le pregunté si me permitían seguir si sacaba buenas notas, me dijeron que sí y te aseguro que he estudiado mucho en mi vida, pero como estudié esa vez, nunca, eso fue brutal». Regresó a Santiago con una maestría en educación.

Esa actitud perseverante ha sido norma en la vida de Valentina Peguero quien ha consagrado la mayor parte de su tiempo a estudiar, enseñar, investigar personajes y acontecimientos del pasado y publicar libros.

En Indiana conoció al que es su esposo desde el dos de enero de 1982, William Lowlor, colega también en el quehacer magisterial. Con su sobresaliente estatura física y en un español americanizado le preguntó, al coincidir en un ascensor, si era dominicana y le contó de los compatriotas de la joven que había conocido en Nueva York, de donde es oriundo. Previo a la boda acordaron vivir un año en el país y otro en USA para decidir donde establecerse definitivamente. Ella pasó el primer año de matrimonio en la tierra del marido, perfeccionando el inglés, conociendo gente, escribiendo dos de sus libros, y terminado el plazo, fueron a Santiago. La maestra retornó a sus clases de Historia Dominicana y de la Cultura en la Madre y Maestra y él fue profesor de inglés, «pero las circunstancias políticas y económicas de 1984 fueron un factor decisivo para regresar a Estados Unidos, la crisis era tremenda, no había estabilidad, ni gasolina, ni leche, yo no podía forzar a mi esposo a quedarse en esas condiciones», refiere. Regresaron. Allá residen.

«Aristocracia moral»

Valentina es hija de Isabel María Reyes, que falleció  en la adolescencia de la hija, y su padre, Ángel María Peguero, se encargó de la crianza de ella y sus hermanos. «En casa la educación era fundamental, detrás de mí tengo un apoyo moral tremendo. Yo no tuve una aristocracia económica, pero sí una aristocracia moral, de estilo, vengo de una familia en la que se me inculcó el sentido de subir, hacer lo que había que hacer». Esa formación la aplica a los éxitos profesionales que se le atribuyen.

Nieta de un héroe anónimo de la Restauración, Pablo Reyes, al que sólo reconocieron el sacrificio de su vida y su fortuna y el despiadado destierro en tiempos de Lilís, en la lápida del cementerio donde descansan sus restos, en Santiago, Valentina realizó sus primeros estudios en Dajabón donde se graduó de bachiller a los 16 años. Entonces dio  clases de religión, literatura, francés, filosofía, en el liceo secundario Manuel Arturo Machado, donde estudió, y presidió la regional de la Federación Dominicana de Profesores.

En 1966 se trasladó a Santiago con la intención de estudiar Derecho, pero la charla del profesor orientador la hizo desistir de la carrera al exponer éste que de llegar a ser juez existía la posibilidad de que el abogado mandara a un inocente a la cárcel. El padre Felipe Arroyo, jesuita y decano de la Ucamayma, le aconsejó estudiar educación ante la imposibilidad de trasladarse a Santo Domingo a estudiar medicina a la UASD porque don Ángel lo consideraba entonces peligroso por la situación política imperante.

Monseñor Agripino Núñez Collado, entonces vicerrector, le ofreció empleo como bibliotecaria. «No tenía dinero, estudiaba con Crédito Educativo y él se ocupaba mucho de ayudar a los estudiantes de los pueblos que veníamos pobres, que no teníamos medios para continuar. Él y los profesores Juan Jorge, Jorge Rincón y el padre Richard Bencosme, me asistieron, al igual que Miriam Cerda e Iris Pérez que trabajaban para la rectoría y para el padre Félix Barrios. Entonces el rector era monseñor Hugo Eduardo Polanco».

Luego de dos años prestando libros a los estudiantes, enseñó literatura e historia y se hizo cargo de un quinto grado en Instituto Politécnico Nuestra Señora de las Mercedes, de Santiago.

Al terminar su licenciatura en Educación le ofrecieron la cátedra de Historia de la Cultura, en la Madre y Maestra, hasta que viajó a hacer su anhelada primera maestría. Al retornar debió retribuir lo aprendido y volvió a la cátedra, pero a tiempo completo. Dirigió los departamentos de Historia y de Personal y fue Vicerrectora Académica interina hasta que partió definitivamente a Norteamérica. No buscaba empleo cuando a doce días de su llegada la llamaron para sustituir a un profesor de español en una escuela católica, pese a su negativa, «pues sabía español, pero no cómo enseñarlo». Insistieron y estuvo dos años en las aulas de ese plantel.

En su perfecto español, sencilla, aparentemente tímida, disciplinada, discreta, afectiva, práctica, agradecida y con arraigados sentimientos familiares, Valentina ha sobrevivido a duros golpes personales, como una arriesgada intervención quirúrgica de la que se recuperó totalmente, y la pérdida de algunos de sus deudos más entrañables. Ánimos no le faltan, sin embargo, para trabajar hasta en el tiempo que debe ser de reposo.

A la «Visión General de la Historia Dominicana», que escribió con el historiador Danilo de los Santos, siguieron «Colonización y política: Los japoneses y otros inmigrantes en la República Dominicana», «Peña y Reynoso y Amantes de la Luz», «La militarización de la cultura dominicana». Ahora trabaja en «Pioneras dominicanas».  Algunos han sido publicados en inglés y español.

Valentina Peguero ha cursado todos los grados académicos y merecido todos los altos homenajes como educadora, investigadora, y por la excelencia en la enseñanza en  universidades norteamericanas. Al entregarle el más reciente máximo galardón en atención a su calidad académica le expresaron: «Ya no tenemos más reconocimientos para entregarte, vamos a tener que crear uno nuevo».

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