Veinte años después: una exposición con historia

Veinte años después: una exposición con historia

En la Alianza Francesa, escultura, pintura, dibujo, fotografía de ocho artistas dominicanos. Una exposición singular que presenta ciertamente obras nuevas

La primera exposición del año suele ser una sorpresa, una revelación, sobre todo si se trata de una sala de arte institucional, aparte de que el arte siempre propone descubrimientos.

Sin embargo, en la Galería de Arte de la Alianza Francesa de Santo Domingo disfrutamos una exposición singular, porque nos presenta ciertamente obras nuevas, desconocidas, pero, simultáneamente, nos hace reencontrar a los mismos artistas que, juntos, se habían integrado en una muestra colectiva. Ello explica el título de la exposición, “Veinte años después”.

A finales del 2003, Domingo Batista, Cayuco, Radhamés Mejía, Fausto Ortiz, César Payamps, Inés Tolentino, Juan Trinidad y Luis Veras expusieron en la sede central de la Alianza Francesa, en París.

La iniciativa de exponer en París surgió de la Alianza Francesa en Santiago de los Caballeros, a través de su directora, y la Alianza Francesa de Santo Domingo adoptó el proyecto con entusiasmo inmediato.

Todos los expositores acudieron a esta cita (in)esperada, y la alegría acompañó el éxito de “Résonances”.
“Resonancias”, así se llamaba-. Muy pocas veces hay un acontecimiento similar, que, pasadas dos décadas, los artistas hagan disfrutar creaciones recientes, y nuevamente estén presentes.

De ellos, hace falta Luis Veras: si él nos dejó muy recientemente, nos emociona ver sus obras.

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La exposición

“Vingt ans après’’ –la Alianza dejó el título en francés- o sea “Veinte años después” se destaca por su calidad y su vitalidad, sumando escultura, pintura, dibujo, fotografía, mostrando cómo los expositores habían evolucionado y madurado, conservando su idiosincrasia dentro de la investigación y la creatividad.

Eran ya conocidos, hoy más que reconocidos, se les puede atribuir maestría, aunque no la pretenden… Por cierto, la diversidad de sus expresiones y categorías se ha vuelto más acogedora, gracias a la museografía, experimentada y cuidadosa, de Salvador Bergés.

Nos agrada también, que, siendo figuras nacionales e internacionales ellos hayan seguido trabajando, respectivamente, en Santo Domingo, Bonao, Miches y Santiago. ¡El talento asciende con la constancia!
De Santiago, “cuna” de la fotografía dominicana, vienen los cuatro fotógrafos.

Domingo Batista es tan magistral que al fin la ampliación del Premio Nacional de Artes Plásticas a las Artes Visuales, permitió que se le otorgara el máximo galardón del arte… Su fotografía totalizante abarca la naturaleza y la condición humana, el compromiso social y la vertiente ecológica. Y, si él reverenciaba a Pedro Mir, nuestro máximo poeta tenía por Domingo una admiración infinita y escribió de su obra. Con el tiempo, las imágenes del maestro santiaguero han adquirido todavía mayor contundencia.

Fausto Ortiz es otro artista comprometido, la construcción y la “textura” _ sí, la textura- de sus fotografías aúna una impecable estética y una profunda preocupación por la tierra que sus ojos y cámara tratan como seres humanos…

La tierra vive, reacciona, padece, y, hoy, Fausto le comunica hasta un elemento metafísico.
César Payamps ha multiplicado los talentos, como curador, analista, crítico, y diríamos que este bagaje teórico ha fortalecido su visión y sus enfoques.

Igualmente profesional de la arquitectura, él comunica una proporción, un ritmo, un aplomo, extraordinarios, y, paralelamente al rigor, un refinamiento que llega a sorprender.

Luis Veras desgraciadamente ha partido hacia la eternidad, y tener el privilegio de sus obras es rendir un homenaje, también a un pensador de elite,… Le atraía la experimentación: la cultura popular y una fascinación por la gente expresan la identidad criolla, a la vez que notamos una disposición gráfica y compositiva, acorde con el dominio racional.

¡Cuánto nos alegra que la escultura esté presente con dos escultores emblemáticos! Juan Trinidad tiene pasión por la talla directa, y ahora nadie le iguala en esta “entrega”, que, increíblemente, logra variar en cada pieza: formato, entrantes, salientes, figuración, abstracción. Maneja estupendamente los toques de color, que iluminan la madera, la animan, la vitalizan, la convierten en un diálogo.

Cayuco nunca ha dejado el reciclaje. Lo trabaja como una recomposición, una reinvención de artefactos, tampoco ha descartado “modular” el leño, en incisiones, cortes y colores. Sus matas de cacao habían causado fuerte impresión en su última individual: redescubrir aquí su simbiosis de verosimilitud e imaginación nos seduce y divierte.

La pintura no podía faltar. Radhamés Mejía sigue único en sus referencias figurativas, rostros gigantes y planos, ahora el cuerpo, muy “latino” en forma y redondeces, una combinación a la vez neo-realista e iconográfica, que dinamiza el entorno y contrasta cromáticamente. Discrecionalmente, Radhamés puede pintar en cualquier dimensión.

Inés Tolentino es una gran dibujante, y ha cultivado la excelencia anatómica como una escritura. Más allá de la habilidad gestual, consigue una precisión íntima activa, en una suntuosa evocación femenina como en perros inconfundibles. Su tela, de formato impresionante, demuestra el entusiasmo pictórico y lleva el contraste hasta el estilo.

Veinte años después, “Vingt ans après”, ¡esperamos que Alejandro Dumas no hubiera objetado que se le pida prestado el título de su novela para una exposición de arte!